La sexualidad adolescente en el nuevo milenio.

Nuevos teatros, viejos temores.

Somos sólo dos almas perdidas
nadando en una pecera, año tras año,

corriendo sobre el mismo suelo.
¿Qué hemos encontrado?
Los mismos viejos temores

Pink Floyd


Las diversas configuraciones que fue adoptando la sexualidad adolescente a lo largo de los distintos momentos históricos, dependieron para su producción y puesta en acto de los movimientos significantes que se llevaron a cabo al interior del imaginario social cuya regencia se encontraba vigente en ese momento. No obstante, estos movimientos significantes y sus consecuentes modificaciones en los usos y costumbres de la sexualidad adolescente no pudieron ser expresados sino por cuenta y obra del accionar del imaginario adolescente de turno (Cao, M. 1997), en tanto éste último siempre operó como una caja de resonancias de las alteraciones que se produjeron en el ámbito del primero.

Este planteo basa su argumentación en que no hay modos de representar, de sentir, de pensar, y de hacer que no tengan una raigambre social, cultural, e histórica. Es por esta razón que podemos decir que las significaciones imaginarias sociales de cada época van a imponer dichos modos de representar, de sentir, de pensar, y de hacer. De este modo, las significaciones imaginarias sociales de cada época van a incidir sobre el destino de las pulsiones al decidir sobre el continente y el contenido que sus representantes adquieran en el marco de la psique, es decir, las representaciones, los afectos y los deseos. Por lo tanto, cada época va a proponer para estos representantes una serie finita de caminos posibles, la cual funcionará a la manera de un consenso social implícito que permitirá dotar cierta uniformidad a la dinámica societaria.

Siguiendo el hilo de estos lineamientos maestros, este enfoque de neto corte transubjetivo va a requerir para validar sus aseveraciones de una serie de datos provenientes de las producciones culturales de la época, ya que a partir de éstas se podrá desentrañar cuales son aquellos movimientos significantes que influyen en la formación de hábitos sexuales en los sujetos en general y en los adolescentes en particular. Para encarar dicha tarea voy a optar por una de las producciones culturales más penetrante y difundida a lo largo del último siglo, me refiero a la cinematografía.

TODO LO QUE USTED SIEMPRE QUISO SABER SOBRE EL SEXO Y NUNCA SE ATREVIÓ A PREGUNTAR

La producción cinematográfica, al igual que otras producciones culturales, tiene la particularidad de operar de manera simultánea como receptora y transmisora de los valores e ideales que circulan en una cultura dada. Los recibe, en tanto se nutre conciente o inconcientemente de ellos, para poder plasmar en la estructura del guión la trama de sentidos que sostiene el relato fílmico. Asimismo, los trasmite, exponiéndolos a la percepción de los espectadores, moldeando de manera identificatoria su subjetividad, e induciendo a incorporar estos nuevos modelos de pensamiento y acción. Del mismo modo, en este campo de inducciones queda incluida, desde luego, la parafernalia publicitaria con su cada vez más sofisticada incitación a un consumo sin solución de continuidad, en base también a la identificación icónica tanto con sus protagonistas como con las situaciones planteadas.

Tal como puede apreciarse los filmes presentan, representan y trasmiten modelos. Es en este sentido que haremos una pequeña recorrida a través de algunos de ellos, en la medida que nos ilustren acerca del tema que nos convoca. Empecemos por Verano del ’42, aquella película filmada por Robert Mulligan en 1971. La misma es un drama sobre el pasaje a la edad adulta en el marco de la Segunda Guerra Mundial, basada en las memorias del escritor y guionista Herman Raucher. Cuenta la historia de tres adolescentes durante las vacaciones de 1942 en Massachusetts, y si bien el plato fuerte de la película narra el romance entre uno de ellos y una mujer cuyo esposo está en el frente de batalla, el hilo conductor que une a los tres adolescentes es el de la iniciación sexual. Esta está tratada con la ingenuidad y el desconocimiento que caracteriza a la década previa a la revolución sexual de los años ’60, tal como queda reflejada en la búsqueda de datos que los jóvenes hacen en un libro sobre técnicas sexuales, y la posterior debacle a la hora de la verdad. Por esta razón, la tierna y graciosa escena donde dos de los adolescentes van a la playa a debutar con sendas chicas se corona cuando en medio de las dunas uno de ellos le susurra al otro que tiene un problema, porque según el libro consultado él va por el número 8 de la tabla que marca la excitación y ella va por el número 15.

En Los soñadores, filmada en 2003, Bernardo Bertolucci retoma la cuestión de la iniciación sexual ubicándola en un triángulo amoroso que se despliega durante los disturbios que enmarcan el Mayo Francés. Allí un joven estadounidense, que vive en París como estudiante para evitar ser convocado a la guerra de Vietnam, entabla amistad con una pareja de hermanos quienes lo invitan a vivir en su enorme departamento mientras sus padres están ausentes. Allí descubre que los hermanos, en su momento siameses, mantienen una extraña relación fraternal. Como el joven yanqui comparte su afición por el cine con ellos, los tres juegan a recrear algunas escenas de películas clásicas mientras debaten ideas políticas. En medio de los juegos el invitado y la hermana terminan envueltos en una relación amorosa, en parte obstaculizada, en parte estimulada por la presencia del hermano. El triángulo trazado ingresa en un huis clos, lugar hermético representado por el departamento, donde se produce una suerte de transformación iniciática a la madurez a través de juegos literarios, ceremonias y rituales eróticos, en los que se articulan el sexo, el incesto, y cierto esbozo de homosexualidad. A diferencia del film anterior éste muestra los efectos que aparejan la información y la liberalización en las costumbres en el marco del derrumbe de los valores sostenidos por la burguesía.

Lejos de los estertores de la revolución sexual y del cuestionamiento del statu quo, y antes del vaciamiento subjetivo a manos de la posmodernidad filosófica y del neoliberalismo político-económico, la línea romántica retorna en el film Antes del amanecer, dirigida en 1995 por Richard Linklater. Aquí una estudiante francesa y un joven estadounidense tienen un encuentro casual a bordo de un tren en el trayecto entre Budapest y Viena. Llegados a Viena él logra convencerla para que pasen el día entero juntos. En el curso de esas 24 horas se conocerán a fondo, con sexo nocturno en el parque y promesa de reencuentro incluida. El modelo que está aquí en juego es el del encuentro vivencial de dos subjetividades, cuyo intercambio de afinidades y diferencias permite construir un espacio imaginario-simbólico donde plasmar una relación sexual y eventualmente un lazo amoroso.

En el mismo año que la anterior, pero a años luz de aquella por la patética densidad de su temática, Larry Clark da a conocer Kids, golpe a golpe. La película retrata un día en la vida de un grupo de adolescentes neoyorquinos sumergidos en el alcohol, las drogas, y el sexo en el marco de relaciones tanto vacías como indiscriminadas. Este polémico film nos arrastra al corazón de las tinieblas de la década del ’90, ya que refleja como cierto sector de la población urbana juvenil vive su despertar sexual y sus problemáticas cotidianas con la presencia estelar del SIDA y la flagrante ausencia de adultos responsables. El guión se centra en la historia de Telly, un joven de 17 años quien cree protegerse tanto del Sida como del embarazo mediante el expediente de acostarse sin preservativo con chicas vírgenes. El giro paradójico que adopta el film surge cuando una de sus conquistas descubre que es portadora del virus, y que fue Telly quien le ha trasmitido dicha enfermedad, ya que es el único con quien mantuvo relaciones sexuales.

Por otra parte, fue durante esta misma década que comenzaron a recalar en la filmografía que abarca o incluye la problemática adolescente las respectivas versiones homosexuales. En 1998 se estrena Descubriendo el amor (Fucking Åmål), del sueco Lukas Moodysson. En este film el director muestra como se despliega una relación amorosa entre dos estudiantes secundarias en el contexto de los prejuicios y la falta de contención de los adultos de un pequeño pueblo (Åmål). En cambio, en Happy together, filmada por el del director hongkonés Wong Kar-Wai en 1997, lo que aparece sobre el tapete es la relación tormentosa de una pareja gay que viaja a la Argentina para conocer las cataratas del Iguazú.

La joven vida de Juno es una película dirigida por Jason Reitman estrenada en 2007. En ella se muestra una solapada idealización del embarazo adolescente junto a un no tan solapado alegato contra el aborto. Juno una adolescente de dieciséis años descubre que está embarazada de su amigovio, y aunque inicialmente decide abortar a último momento opta por dejar nacer al bebé y darlo en adopción. Esta decisión la toma casi en soledad y apoyada en un discurso pro-vida de una amiga (que exuda un indisimulable tufillo ideológico), ya que el amigovio se esfuma y su familia no logra apuntalarla eficazmente. De este modo, el film refleja la inconsistencia de los adultos a la hora de contener emocionalmente a los jóvenes apelando a una edulcorada y pasiva cesión de responsabilidades. Es por ello que Juno asume e imposta un rol maduro a la hora de enfrentar una situación que la excede y la desborda, tal como se refleja en los momentos en que se quiebra frente a tanta presión interna y externa, especialmente cuando los otros del vínculo abjuran de sus responsabilidades. Paradójicamente, la exaltación de la heroína solitaria, tan cara a la filmografía de Hollywood, nos vuelve a enfrentar con la ausencia de los adultos en la problemática adolescente actual.

En Paranoid Park, una película estadounidense dirigida por Gus Van Sant en 2007, un adolescente que descubre un circuito para skaters donde concurren toda clase de marginales con sus tablas lo lleva a una exploración tan inesperada como fatal. Un guardia que lo descubre jugando en un tren de carga termina muerto luego de un forcejeo, a partir de ese momento su vida adquiere un clima oprimente. Sin embargo, antes del incidente el protagonista ya estaba capturado mentalmente por el inminente divorcio de los padres, lo cual le hacía perder interés por un montón de cosas, entre ellas por su novia. Ella luego de algunas vueltas finalmente lo llevará a la cama para dejar atrás su virginidad e inmediatamente salir a anunciárselo a sus amigas, ítem más importante que el acto en sí. Mientras tanto, él que resistió todo lo que pudo para demorar este momento, sabe que el vínculo no habrá de prosperar ya que de ahora en más ella querrá algo más formal y él no. De esta forma, el sexo adquiere un valor de cambio distinto para ambos, pero a años luz de un encuentro significativo.

Cerramos aquí esta sucinta revisión a través de esta pequeña muestra de filmes, la cual nos permite precisar alguno de los modelos tanto ofrecidos como recreados en los que abrevan los adolescentes a la hora de enfrentar la problemática sexual. En este sentido, las modificaciones acaecidas en estos modelos a lo largo de las últimas décadas dan cuenta de los profundos cambios culturales que aparejaron el ideario posmoderno y la restauración del neoliberalismo como credos seculares. No obstante, esta no es ni ha sido la única fuente de modelos, ya que a la hora de obtener información los adolescentes además de estas versiones fílmicas cuentan con las viejas revistas de pornografía (Playboy, Hustler, etc.), con el pornosoft que llega a raudales a través de la TV por cable, y con el gran protagonista de los últimos tiempos, la red de redes, Internet.

EN COMPAÑÍA DEL MIEDO

El abordaje de la sexualidad genital, especialmente en torno al debut y sus subsecuentes incursiones, desata una serie de vicisitudes en el registro narcisista adolescente. Esta serie de vicisitudes puede extenderse mucho más allá del mentado debut, de acuerdo a la significación que se lleve a cabo en torno de las vivencias experimentadas (satisfacción o insatisfacción, éxito o fracaso, etc.), y de sus consecuencias prácticas (desenvoltura o inhibición, evitación o compulsión, etc.). De este modo, la sinergia que se desprenda de la combinación entre vivencia y accionar va a delinear los diversos posicionamientos subjetivos que irán adoptando los adolescentes en el curso de su crisis vital en ocasión de este nuevo suceso.

Es que asomarse a esta nueva dimensión de prácticas sexuales, que incluyen a otro en calidad de partenaire (sin que por ello demos por sentado que las prácticas solipsistas se encuentren necesariamente exploradas y consolidadas), pone sobre el tapete las condiciones en que se encuentra el equilibrio de la autoestima. Sabemos que ésta se constituye en ocasión de los sucesivos encuentros con los otros del vínculo (tanto en su versión de otros originarios como de otros significativos), encuentros donde se pondrá en juego la función apuntalante y acompañante de estos otros (Cao, M. 2009). Por esta razón el encuentro con el partenaire puede devenir en una ocasión para la reafirmación o el incremento de la autoestima, así como para su temido drenaje.

Es que para el registro narcisista el encuentro con el partenaire de turno, y no sólo la primera vez, va a deparar una serie de riesgos en la medida que se encuentra en juego un conjunto de sanciones personales, familiares, y sociales. Estas sanciones, en tanto movimientos significantes en las dimensiones intrasubjetiva, intersubjetiva, y transubjetiva respectivamente, van a contribuir en la construcción de un montaje identitario que determinará a futuro el accionar del sujeto en el territorio de la sexualidad. De esta manera, y a modo de ejemplificación, las categorías fantasmáticas de seductor y potente pueden acechar el desempeño del varón a la hora de poner a prueba su deseo y sus recursos, tanto en el momento de la conquista como en el de proveer gratificación al partenaire. Asimismo, los fantasmas de ser atractiva, valorada y querida ponen sitio a la autoestima femenina, que se debatirá entre las permanentes dudas que aquejan tanto a su imagen como a su desempeño .

De este modo, los miedos e inseguridades que generan las diversas exploraciones sexuales (desde el múltiple besuqueo que se da tanto en fiestas como en boliches, hasta el coito propiamente dicho), intentan ser bloqueados por el uso de drogas facilitadoras. Y si bien la marihuana y el alcohol toman la delantera en este ítem, las llamadas drogas duras también pueden estar presentes. La utilización de estas drogas, muchas veces de manera indiscriminada, genera un efecto deletéreo para la joven vida anímica de los adolescentes. Ya porque la anestesia o inconciencia que promueven las primeras les quitan presencia a sus actos, especialmente a la hora de disfrutarlos o sufrirlos, ya porque con su contracara maníaca las segundas los llevan a una artificialidad frenética que también genera pérdidas en la dimensión subjetiva. De este modo, el consumo defensivo de estas sustancias conlleva una banalización del encuentro con el otro, minimizando así el impacto de las sempiternas categorías de lo diferente y lo ajeno.

        Por lo tanto, a la manera de los extremos que inevitablemente terminan tocándose, las dificultades para el debut sexual acaban entremezcladas con la mascarada posmoderna del vale todo. Es que en el fondo no poder establecer una conexión con el otro en condición de partenaire, o bien, coquetear con la embriaguez que genera la multitud es, como dirían los economistas, un ejercicio de suma cero. Una vez más se nos presenta el mismo escenario: el desafío más riesgoso es el acceso a la intimidad del vínculo. Veamos un par de viñetas clínicas a manera de ejemplo.

Esteban, así lo llamaré, es un joven de 18 años que se mantiene dolorosamente virgen, ya que todos sus amigos han debutado mientras que él no puede avanzar en el tema. Sus intentos no llegan a buen puerto porque lo tortura la fantasía de una falta de erección a la hora de la verdad. Sin embargo, esta fantasía encubre un miedo aún mayor: que se quede sin otros recursos en el momento del encuentro con su partenaire. Cree, entonces, que no va a poder hablar porque no se le va a ocurrir nada que valga la pena decir, y que no va a poder actuar porque no va a saber como hacerlo. En consecuencia, para paliar estos miedos se alcoholiza hasta el punto de tener menos miedo, pero con la consiguiente y paradójica pérdida de reflejos y… ¡de recursos!

En este traumático círculo vicioso Esteban logra abordar a chicas que parecen dispuestas a compartir una experiencia sexual con él, pero cuando se acerca el momento de pasar de los besos y el toqueteo a un encuentro corporal de otro orden sucede algo que lo frena. Ese freno, según él, se dispara cuando siente que pierde la erección. Desde luego, ningún argumento lo convence de tomárselo con calma, de solicitar ayuda al partenaire, y/o de retomar la dinámica desde otro lugar. Para Esteban el humillante fracaso ha golpeado una vez más su puerta.    

Sin embargo, hay algo más que se pone en juego en la escena y que le cuesta manejar en el marco de sus corrientes emocionales. Algunas de estas chicas le proponen implícita o explícitamente una vinculación que sobreviva más allá de ese único encuentro, quitándole así al acto sexual el tinte de una descarga puntual y anónima. Es ahí donde Esteban trastabilla acudiendo, entonces, a un discurso defensivo donde plantea que no sabe en realidad si la chica le gusta o no. De este modo, nos introducimos en el campo de lo paradójico, donde a la manera del huevo y la gallina es difícil detectar cual es el origen del tema: no se le para porque la elige aunque no le gusta, o elige a la que no le gusta para que no se le pare. Aquí hace su aparición estelar otro fantasma: las chicas que le gustan no le van a dar bola.

Tal como puede apreciarse todos los caminos de salida parecen clausurados, mientras tanto Esteban sufre por su exclusión del mundo de la sexualidad, y su autoestima se hunde en las arenas movedizas de la impotencia y del autorreproche. No obstante, cada vez que podemos despejar estos nubarrones y ahondar en sus corrientes emocionales termina aceptando su temor a establecer algún tipo de vínculo (no estamos hablando de noviazgo, desde ya), donde sí se ponga en juego la calidad de sus recursos a la hora de mantener no sólo la erección sino también el interés del otro del vínculo en su persona.

De todos modos, Esteban finalmente debutó con una prostituta. Sin embargo, sigue aseverando que aún es virgen, porque las cosas no salieron como él esperaba ya que no tuvo una erección plena. En alguna medida tiene razón, pero no justamente por lo que él cree, lo que sigue pendiente es el encuentro entre dos subjetividades.  

Por su parte, Carla, otro nombre de fantasía, aparenta estar en las antípodas de Esteban. Con sus 16 años recién cumplidos detenta un prontuario sexual frondoso para su corta edad. Debutó con un noviecito a los 13 con el que casi cohabitaba en su cuarto. A los 15 conoció a su gran amor, pero este vínculo no duró mucho porque a los ocho meses él la dejó. A partir de ese momento, y en sus propias palabras, no se privó de “comerse a un pibe” que le gustara.

De este modo, Carla se muestra sin prejuicios a la hora de relacionarse con el otro sexo. Sin embargo, cuando ahondamos en su interior confiesa que no disfruta con cualquiera, que para llegar al orgasmo tiene que sentir algo por su partenaire. De hecho, recién accedió a ese tipo de placer cuando empezó a salir con su gran amor. Por esta razón, detrás de la mascarada desprejuiciada con la que se presenta, y con la cual intenta sostener su autoestima, se esconde una sensibilidad muy vulnerable que Carla defiende a capa y espada de los embates del sufrimiento amoroso. El abandono a manos de aquel novio de los 15 no hizo más que remachar una historia familiar de fallas, tanto en el apuntalamiento como en el acompañamiento que hubiera necesitado.

ACTOS PRIVADOS

Todo comenzó con aquellos pioneros que pusieron cámaras en sus casas (las pusieron en todos los ambientes, hasta en el baño), y las conectaron a Internet para trasmitir urbi et orbi su intimidad cotidiana. Luego llegaría a la TV el programa Gran Hermano (una paráfrasis patética de la creación de Orwell), donde un grupo de desconocidos convivía bajo el mismo techo delante de los ojos de millones de televidentes para competir por una suma de dinero. Estas fueron las manifestaciones concretas de un nuevo modelo de vinculación entre lo íntimo, lo público y lo privado que sustentaba el ideario posmoderno, el cual incidió de manera decisiva en la constitución de la subjetividad de fin de milenio.

El arribo de estas nuevas configuraciones subjetivas produjo la resignificación de un conjunto de representaciones, afectos, prácticas sociales y culturales. De este conjunto, y en atención a los límites que impone este trabajo, sólo tomaré como prototipos de esta resignificación el pudor y la vergüenza. Estos dos sentimientos resultan claves en la dimensión intersubjetiva de lo que se muestra y lo que se oculta, en el marco de lo que dictaminan los códigos de intercambio vigentes.  Es que pudor y vergüenza forman un ensamble poderoso a la hora de entrar en contacto con el otro del vínculo, ya que ambos sentimientos regulan desde distintos registros las actitudes que asumen los sujetos.

El pudor se encuentra ligado al mundo de la intimidad. Se siente pudor cuando uno es descubierto, expuesto, o invadido en un acto de la vida privada. Es por esta razón que muchos chistes y gags (teatrales, televisivos, o fílmicos), se apuntalan sobre la reacción pudorosa, o bien, sobre su categórica ausencia, ya que todos podemos en mayor o menor medida identificarnos como protagonistas de alguna de esas situaciones. De este modo, la dimensión de influencia del pudor se encuentra en la encrucijada que se delinea entre los territorios yoicos y el registro narcisista. Por ende, dado que la situación que desencadena este sentimiento puede afectar el equilibrio de la autoestima, en tanto ésta se constituye en las sucesivas vinculaciones significativas por las que transita el sujeto, aquello que el otro deja expuesto en su decir o en su accionar puede redundar en una humillación.

En cambio, la vergüenza tiene otra línea referencial, ya que se relaciona con las incumbencias propias del Ideal del Yo. Un refrán lo ilustra a la medida: “vergüenza es robar”. Por tanto, este sentimiento procede de una falla o de una transgresión de los ideales que sustentan al sujeto, ideales que a su vez provienen de la circulación de las significaciones imaginarias sociales. De este modo, uno se siente avergonzado cuando le falló a alguien, a sí mismo, o a un ideal, o bien, cuando cometió un acto indigno o delincuencial. Por esta razón, la sanción no se hará esperar y repercutirá tanto en el registro intersubjetivo como en el intrasubjetivo (recordemos, por ejemplo, el escarnio público cuando un militar es degradado o un funcionario es destituido, y/o los tormentos del autoreproche que arrecian sobre una conciencia culpable).

Por lo tanto, los cambios en la configuración subjetiva y en los contenidos del Ideal que marcan a fuego los usos y costumbres de las generaciones adolescentes, especialmente en el terreno sexual, van a estar relacionadas entre otras con las nuevas acepciones que asuman los sentimientos de pudor y vergüenza. Recordemos, sin ir más lejos, el rechazo que causaba a mediados del siglo pasado que una pareja (heterosexual, por supuesto), se besara en la vía pública. Este rechazo obraba a la manera de una censura, o bien, de una autocensura, más allá de aquellos que en minoría y desde una posición rebelde o provocativa enfrentaban las consecuencias de esta sanción (esta censura llegaba a situaciones ridículas, tal como lo demuestra el magnífico film Cínema Paradiso, donde los besos eran suprimidos de las películas que se proyectaban en los cines de pueblo). Otro tanto ocurriría en la misma línea algunas décadas más tarde con el escándalo que generaba la misma escena por parte de una pareja homosexual (aquí tendríamos que remitirnos a los años ’80 a través de la letra de la canción Puerto Pollensa). Desde luego, a la luz de lo que está ocurriendo hoy esta temática puede parecernos irrisoria, ya que lo que está en juego en aquello que se hace público porta un calibre de otras dimensiones.

De este modo, los profundos cambios en torno a ideales y valores culturales que detonaron en la década del ’90 alteraron de manera contundente las relaciones entre lo íntimo, lo público y lo privado, a tal punto que hoy se ocasionan situaciones antes inimaginables. Después de todo, si en el programa Gran Hermano se pudo ver en vivo y en directo como bajo las sábanas se llevaba a cabo un acto sexual, que argumento ético o moral le impide a una parejita circunstancialmente formada en una fiesta encerrarse en un dormitorio o en un baño (teniendo en cuenta que ninguno de los dos vive allí), hacer lo suyo y luego volver a la fiesta como si nada especial hubiera ocurrido, a pesar de que todos estén al tanto.

¿Por qué, entonces, habría que sorprendernos que a lo largo de una noche en un boliche bailable cualquier adolescente, varón o mujer, pueda estar sucesivamente besándose con otros adolescentes sin preguntarse con quién realmente estuvo? En esta misma línea, y a la hora de sopesar los códigos en vigencia, cuál sería el asombro al comprobar que lo que vemos en la TV, en el cine, o entre los propios adultos respecto a las traiciones amorosas es moneda corriente entre los jóvenes. Los dolorosos relatos de los damnificados por este tipo de acciones dan fe de que lo que sucede arriba también sucede abajo, cuando a edades nos referimos. Tal como puede apreciarse, el vale todo no es el signo de una juventud perdida, en el sentido que apostillaban enfáticamente los adultos de otros tiempos.  

Sin embargo, a la hora de las sorpresas más impactantes tenemos que introducir el tema de la prostitución adolescente. Desde hace ya un tiempo se viene detectando una oferta sexual a cambio de dinero por jovencitas de distintas edades y extracciones sociales. Esta actividad no está motivada por razones económicas del orden de la falta de recursos, sino por un deseo imparable de consumir objetos de marca (o sea, caros), en el marco del ideario posmoderno que determina que ser es tener (o parafraseando a Descartes, tengo luego existo). Por tanto, sacarle un provecho concreto a las bondades de sus cuerpos (una frase muy reiterada por ellas es “si lo puedo hacer por plata, por qué lo voy a hacer gratis), con una respectiva ganancia de autoestima (son deseadas y buscadas por sus dotes profesionales), colma una vida vacía de expectativas amorosas. Sin embargo, estas adolescentes no se sienten prostitutas, ya que esta actividad no es un trabajo para ellas en la medida que algunas estudian y otras trabajan.

Estos sucintos ejemplos tienen la finalidad de ilustrar una tendencia que discurre en estos días a través de la franja adolescente. Aunque la dimensión que alcanza la onda expansiva de esta tendencia no implica una convocatoria que abarque a todos los sujetos que integran dicha franja por igual. Más aún, resulta palpable el hecho de que existen muchos adolescentes que buscan la intimidad en la vinculación y establecen lazos perdurables, incluso pasándose a veces al otro extremo: las parejas de crianza (en un intento de compensar las deficiencias en el apuntalamiento y el acompañamiento que deberían haberles brindado los otros significativos). De todas maneras, la dilución de ciertos ribetes represivos que encapsulaba la conducta sexual adolescente de otras épocas resulta a todas luces bienvenida, pero la inevitable cuota de vacío que a su vez trae aparejada no termina de compensar la buena nueva.

Por esta razón, en la medida que los nuevos escenarios de la sexualidad adolescente estén fogoneados por la circulación de las significaciones imaginarias sociales de la época que nos toca atravesar, estos van a llevar implícita la marca indeleble que deja lo instituyente. En este sentido, la caja de resonancias de los cambios culturales en la que se constituye cada camada adolescente dará cuenta de los movimientos significantes que insuflan con sus retoques la subjetividad de la época. La porosidad elaborativa, expositiva, y provocativa del imaginario adolescente hará el resto.

Publicado en Cuestiones de Infancia. Revista de Psicoanálisis con Niños y Adolescentes. Vol. 14. Buenos Aires, 2011.

BIBLIOGRAFÍA

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Castoriadis, Cornelius (1975): La institución imaginaria de la sociedad. Tusquets. Barcelona, 1989.

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Ferrari, Teresita (2009): Chicas Caras. Ed. Atlántida. Buenos Aires, 2009.

Freud, Sigmund (1905): “Tres ensayos de teoría sexual”. Obras Completas. Tomo VII. Amorrortu. Buenos Aires, 1978.

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Hornstein, Luis (2000): Narcisismo. Autoestima, identidad, alteridad. Paidós. Buenos Aires, 2000.

Kaës, René (1993): El grupo y el sujeto del grupo. Amorrortu. Buenos Aires, 1995.

RESUMEN

Los diversos estilos que fue adoptando la sexualidad adolescente desde su aparición dependieron de los movimientos significantes que se produjeron al interior del imaginario social de cada momento histórico. No obstante, estos movimientos significantes y sus consecuentes modificaciones en las conductas sexuales adolescentes se expresaron a través del imaginario adolescente. Esta idea se fundamenta en que no hay modos de representar, de sentir, de pensar, y de hacer que no tengan una raigambre social, cultural, e histórica. Para validar estas aseveraciones voy a tomar como modelo a la producción cinematográfica, en tanto recibe y transmite los valores e ideales que circulan en la cultura de cada época.

Asimismo, abordaré la iniciación en la sexualidad genital en relación con las vicisitudes que se registran en el frágil narcisismo adolescente, en el marco de la subjetividad de fin de milenio. Esta va a reflejar los cambios ocurridos en el ámbito de lo público y lo privado a través de las nuevas maneras de concebir los sentimientos pudor y vergüenza.

SUMMARY

The different styles that adolescent sexuality has been adopting since its appearance depended on the significant movements produced in the Social Imaginary of each historical time. However, those significant movements and their consequent modifications in the adolescents’ sexual behaviour were expressed through the Adolescent Imaginary. This idea is based on the fact that there are no ways of representing, feeling, thinking and doing that are not social, cultural and historically rooted. In order to confirm these statements I will use cinematographic production as a model, since films receive and convey the cultural values and ideals of every time.

 I will also tackle the genital sexuality initiation related to the vicissitudes that are present in the adolescents’ fragile narcissism, within the subjectivity related to the end of the millennium.  Such subjectivity reflects the changes occurring in the public and private spheres, through the new ways of conceiving the feelings of embarrassment and shame.

RESUME

Les différents stylos que la sexualité adolescent a adopté depuis sa apparition ont dépendu de les mouvements signifiantes que ont produis dans le Imaginaire Social de chaque moment historique. Cependant, ces mouvements signifiants et ses conséquentes modifications dans les conduits sexuels adolescents ont manifesté  par le moyen de lImaginaire Adolescent. Cette idée se fondement en qu’il n’y a pas mode de représenter, de sentir, de penser, et de faire qu’il n’ait pas une racine social, cultural, et historique. Pour valider cette affirmations je vais prendre comme model la production cinématographique tandis que reçoit et transmit les valeurs et les idéales que circulent dans la culture de chaque époque.  

De la même manière, je vais aborder l’initiation dans la sexualité génitale d’accord a las vicissitudes que se registre dans le fragile narcissisme adolescent, dans le marc de la subjectivité du fin de millénium. Celle-ci va réfléchir les changements arrivés dans la sphère du public et du privé par le moyen de comprendre les sentiments de pudeur et d’ honte.  

PALABRAS CLAVE

Imaginario Social, significaciones imaginarias sociales, imaginario adolescente, transubjetivo, sexualidad genital, registro narcisista, otros del vínculo, intrasubjetivo, intersubjetivo, íntimo, público, privado, pudor, vergüenza.

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