Intersubjetividad, apuntalamiento e identificación
El concepto de trabajo psíquico de la intersubjetividad que desarrolla René Kaës sostiene que los sujetos que pertenecen a un vínculo adquieren en diversas medidas gracias a éste, la aptitud para llevar adelante un conjunto de operaciones psíquicas. De este modo, pueden significar, interpretar, recibir, contener o rechazar, ligar o desligar, transformar y representar(se). Así como también, jugar con objetos, representaciones, emociones y pensamientos que pertenecen a otro sujeto y que transitan a través de su psiquismo o que se incluyen en él, por incorporación o introyección, deviniendo en partes enquistadas o integradas que pueden o no quedar en condiciones de ser reutilizadas.
Como puede apreciarse, el planteo de un trabajo de la intersubjetividad es tributario de la conceptualización de que advenimos al mundo en un espacio relacional que nos contiene, apuntala y modeliza convirtiéndonos en sujetos del vínculo. Por lo tanto, la vida psíquica se habría de constituir y complejizar en la dinámica de los intercambios que se generen en los vínculos en los que el sujeto participa o se encuentra incluido.
De este modo, resulta a las claras que la transmisión de procesos y contenidos inconscientes de una generación a otra, o bien, entre contemporáneos, queda englobada en dicho trabajo psíquico. No obstante, para que esta transmisión se ponga en marcha y genere sus efectos se requiere la operatoria de otros conceptos que Kaës desarrolla a lo largo de su obra. Me refiero aquí a los conceptos de crisis, apuntalamiento y alianzas inconcientes.
Kaës plantea que además de ser sujetos del inconciente y sujetos de grupo somos sujetos de crisis. No obstante, el concepto de crisis que nos caracterizaría no se despliega en soledad, se complementa con los de ruptura, superación y sutura. Por tanto, la eclosión de toda crisis devendrá en una inevitable ruptura que podrá ser, a su vez, superada o suturada. Sin embargo, aún cuando la situación crítica sea superada, esto no impedirá la deflagración de la siguiente. Es que los recursos que generamos para solucionar la crisis en curso van a ser los inevitables causantes de la próxima.
De todos modos, la clave para superar una a una la secuencia en la que se enhebran las sucesivas crisis se halla justamente en otro de los conceptos en juego. Se trata del apuntalamiento, pero en la versión con la que Kaës reformulara aquella concepción de cuño freudiano. En esta reformulación plantea que los “términos de una epistemología del campo específico del psicoanálisis están doblemente enmarcados por la realidad corporal y la realidad social y cultural, sobre las que se apuntalan las formaciones y los procesos de la realidad psíquica: en ruptura y en apoyo, en modelo y en desprendimiento”. (Kaës, R. 1991 pág. 23). El campo psíquico, remata, se construye por apuntalamiento y no por causalidad lineal (impronta), o especular (reflejo).
Por tanto, según los desarrollos de esta nueva versión, a partir del apuntalamiento de la pulsión sexual sobre las funciones vitales se van a producir una serie de derivaciones que habrán de conducir a nuevos apuntalamientos, a saber: el de la pulsión sobre el cuerpo, el del objeto y del Yo sobre la madre, el de las instancias sobre las formaciones elementales (por ejemplo, el Preconciente sobre los restos mnésicos), y el de las formaciones generadoras del vínculo (identificaciones, imagos, complejos, modalidades de pensamiento), sobre el grupo y la cultura. En este sentido, el apuntalamiento se presenta en forma múltiple (sobre los términos antedichos), recíproca (entre el sujeto y los otros del vínculo, los grupos y las instituciones), y reticular (se inscribe en una red de formaciones intrasubjetivas e intersubjetivas).
De este modo, en el desarrollo de este procesamiento encontraremos una secuencia lógica que enlaza a sus cuatro componentes: apoyo sobre una base originante, modelización, ruptura crítica y transcripción. No obstante, a pesar de constituirse en su referencia originaria, esta situación no se va a presentar solamente al comienzo de la vida. En cada vinculación que se produzca a lo largo del curso vital, ya sea con un sujeto, con un grupo o con una institución, el sostén y la in-formación que provenga de los respectivos apoyos y modelizaciones nutrirán a los protagonistas del apuntalamiento con sus aportes. Es que el apoyo transforma lo que sostiene, de la misma manera que el continente modela el contenido. Y como el apuntalamiento es recíproco ambos polos habrán de modificarse a partir del nuevo equilibrio (después del parto, por ejemplo, madre e hijo ocuparán de jure estos lugares modificando así la ya pretérita relación nonato-embarazada)
Sin embargo, para que dicha nutrición pueda metabolizarse se hará necesaria una ruptura crítica a partir del desequilibrio que supone una puesta en distancia, una separación. Esta ruptura habrá de generar un distanciamiento respecto de dichos aportes para que este procesamiento se complete con la operatoria de la transcripción, la cual produce un pasaje transformador de un nivel a otro, dando lugar a una nueva síntesis y un nuevo equilibrio entre lo existente y lo aportado (a la manera del modelo de funcionamiento psíquico desarrollado en la Carta 52).
Tal como puede observarse, la operatoria de transcripción implica un pasaje transformador entre dos medios heterogéneos, de la misma manera que cuando se transcribe una pieza musical de un instrumento a otro. Por esta razón, la separación o entreapertura necesaria entre los términos apuntalados recíprocamente (sujeto-grupo familiar, sujeto-grupo de pares, sujeto-cultura, sujeto-ideales y valores, etc.), exige una elaboración psíquica durante dicho pasaje.
En este sentido, la pérdida de la función intermediaria de la entreapertura conduciría a que entre los dos órdenes o espacios se produjera en vez de una transcripción una sutura (cierre, confusión o absorción), la cual impediría que lo heterólogo devenga en homólogo. Es que los elementos en apoyo deben estar separados en una de sus caras como una frontera abierta, al punto que resulta “imperativo que el puntal no haga cuerpo con lo que se apuntala” (Kaës, R. 1991 pág. 47).
De este modo, el apuntalamiento de las formaciones generadoras del vínculo (identificaciones, imagos, complejos, modalidades de pensamiento), sobre el grupo y la cultura resulta decisivo para poder superar la corriente secuencial de crisis que asuela a los sujetos. Según esta perspectiva “el psiquismo se presenta, en su calidad propia, como movimiento y construcción, movimiento de apuntalamientos y desapuntalamientos, de aperturas o de cierres, de crisis y de creación” (Kaës, R. 1992 pág.18).
Ahora bien, en la medida que se produzca un apuntalamiento, esta situación habrá de producir simultáneamente una identificación. Es que tanto los apoyos como las modelizaciones ofertadas a lo largo del proceso del apuntalamiento aportarán representaciones, afectos y deseos que irán a engrosar los psiquismos de los sujetos recíprocamente apuntalados.
Justamente, será en cada nueva vinculación que el sujeto, mediante el apoyo sobre la base originante que ofrecen aquel lazo podrá desplegar la modelización en clave identificatoria, la cual le permitirá renovar el plantel de sus montajes identitarios. Empero, asimismo, deberá promover una ruptura crítica con aquellos modelos para poder hacer el pasaje a través de la operatoria de la transcripción, lo cual le permitirá terminar de hacer propio aquello que provino de un territorio ajeno.
Esta concepción del proceso identificatorio suplementa los desarrollo clásicos sobre el mismo en la medida que habilita la dimensión vincular en su carácter bifronte, ya que afecta y modifica en distintos aspectos y niveles a los miembros de una díada o de un conjunto transubjetivo (grupo, familia, institución). Es de esta manera como el proceso de apuntalamiento depende para su desarrollo de los diversos enlaces vinculares que alimentan las dimensiones intra, inter y transubjetivas.
Y como, según plantea Kaës, la historia de los sujetos es la historia de sus apuntalamientos, estos no podrían realizarse sin la participación de aquellos que los rodean, tanto en su carácter de objetos, de enemigos, de auxiliares o de modelos. Es decir, en cualquiera de las funciones para las que están destinados, o bien, en algunas de las posibles combinaciones que puedan surgir entre ellas.
Bibliografía
Cao, Marcelo Luis (1999): El trabajo de la intersubjetividad en psicoanálisis con adolescentes. Revista de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, 22(1),.
Cao, Marcelo Luis (2009): La condición adolescente. Replanteo intersubjetivo para una psicoterapia psicoanalítica. Buenos Aires, Argentina. Windu.
Kaës, René (1979): Crisis, ruptura y superación. Buenos Aires, Argentina. Cinco.
Kaës, René (1984): Apuntalamiento y estructuración del psiquismo. Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 15 ( ¾),23-51.
Kaës, René (1984): Apuntalamiento y estructuración del psiquismo. Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 15(2),15-36.
Kaës, René (1995): El grupo y el sujeto del grupo. Buenos Aires, Argentina. Amorrortu.
Kaës, René (1996): Transmisión de la vida psíquica entre generaciones. Buenos Aires, Argentina. Amorrortu.
Kaës, René (2010): Un singular plural. Buenos Aires, Argentina. Amorrortu.
Resumen
El objetivo del trabajo es difundir la conceptualización que René Kaës hace respecto de la identificación amalgamándola a las nociones de apuntalamiento e intersubjetividad. Esta nueva mirada suplementa las concepciones clásicas de la identificación aportando valiosas herramientas al corpus teórico y a la tarea clínica.
La inclusión de la dimensión vincular en la teoría y la práctica psicoanalítica produjo un giro copernicano en la medida que al sujeto del inconciente se lo suplementa con el sujeto de grupo. Es que el planteo de un trabajo de la intersubjetividad es tributario de la conceptualización de que advenimos al mundo en un espacio relacional que nos contiene, apuntala y modeliza convirtiéndonos en sujetos del vínculo. Por lo tanto, la vida psíquica se habría de constituir y complejizar en la dinámica de los intercambios que se generen en los vínculos en los que el sujeto participa o se encuentra incluido. Kaës plantea que el campo psíquico se construye por apuntalamiento y no por causalidad lineal o especular. De este modo, el apuntalamiento se presenta en forma múltiple, recíproca y reticular.
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