De Vanguardias y Poetas
Imaginarios Adolescentes en Acción

Yo miro por el día que vendrá
Hermoso como un sol en la ciudad
Charly García
A principio de los años ´90 se estrenó el film dirigido por Peter Weir titulado La sociedad de los poetas muertos. En esta obra el director expone en blanco sobre negro la tensión que entrelaza a las generaciones y su intento de (re)mediarla a través de la presencia y el quehacer de un profesor de literatura. Demás está aclarar que, más allá de sus buenas intenciones, su intervención resultará fallida y la brecha generacional entre los padres, la institución educativa y los alumnos no será zanjada.
Más allá de las situaciones que se desprenden del guión de la película y que valdrían para desarrollar un minucioso análisis, nos vamos a centrar en una paráfrasis de su título para ilustrar como la producción de valores e ideales por parte de las generaciones adolescentes da cuenta de su condición de vanguardias y su rol de poetas. Partamos, entonces, del siguiente título: La sociedad de los poetas vivos.
¿Por qué poetas? Poiesis, la palabra griega de la que deriva poesía, daba cuenta en su origen de todo proceso creativo. En su calidad de verbo delineaba una acción que transformaba y otorgaba continuidad al mundo. El trabajo poiético, por tanto, reconciliaba al pensamiento con la materia y el tiempo, y a la persona con el mundo. Qué mejor descripción de una de las facetas que portan los sujetos adolescentes.
¿Por qué sociedad? Porque cada generación adolescente forma un colectivo que se organiza alrededor de un imaginario propio, de un imaginario adolescente . Este imaginario rige con el conjunto de sus códigos los modos de interacción de dicha camada englobando en sí mismo una serie de ideales y valores que sintonizan a contrapelo con el momento histórico en curso, ya que se apuntalan sobre lo preexistente para desde allí generar un posicionamiento subjetivo de corte diferencial.
¿Por qué vivos? Esta sociedad, a diferencia del film de marras, cuenta con miembros vivos porque produce en cada generación hitos a nivel sociocultural tanto a través de sus propuestas como de sus acciones, algunas de las cuales pueden resultar revulsivas para el statu quo adulto. Esto puede apreciarse en los giros innovadores que toma el lenguaje, en las variantes contestatarias con que enfrentan lo instituido, en las formas que adquieren sus vinculaciones, en las transformaciones que sufre lo estético, en la novedad o la radicalidad que adquieren los intereses en juego, etc.
De este modo, cada generación adolescente forma un colectivo que se organiza alrededor de un imaginario propio, de un imaginario adolescente . Este imaginario rige con el conjunto de sus códigos los modos de interacción de dicha camada englobando en sí mismo una serie de ideales y valores que sintonizan a contrapelo con el momento histórico en curso, ya que se apuntalan sobre lo preexistente para desde allí generar un posicionamiento subjetivo de corte diferencial. A su vez, este imaginario porta un conjunto de representaciones que otorgará los imprescindibles contextos de significación y jerarquización al pensar, al accionar y al sentir de una generación que busca su destino.
No obstante, en una misma generación pueden coexistir simultáneamente varios imaginarios adolescentes. Esta situación se origina en la heterogeneidad que distingue a este colectivo debido a las diferencias sociales, culturales y económicas que presentan los miembros que lo integran, tal como puede observarse en la proliferación de las distintas tribus urbanas y en los fenotipos adolescentes que caracterizan a los diversos estamentos societarios.
En cambio, para los miembros de las camadas que dejaron atrás el adolecer la incomprensión sobre este estadio vital, salvo honrosas excepciones, es moneda corriente. No vislumbran, a pesar de haber transitado alguna vez los mismos caminos, que existe un patrón invisible que organiza en cada generación adolescente la búsqueda de significaciones a través del contraste que brinda el cuestionamiento, la oposición, la transgresión y el accionar exploratorio (no confundir esta secuencia con la noción de acting out). Esta permanente búsqueda de sentidos es la que va a motorizar su dimensión creativa/recreativa.
Por lo tanto, cada generación adolescente habrá de producir hitos a nivel sociocultural tanto a través de sus propuestas como de sus acciones, algunas de las cuales pueden resultar revulsivas para el statu quo adulto. Esto puede apreciarse en los giros innovadores que toma el lenguaje, en las variantes contestatarias con que enfrentan lo instituido, en las formas que adquieren sus vinculaciones, en las transformaciones que sufre lo ético y lo estético, en la novedad o la radicalidad que adquieren algunas de sus propuestas, etc. Es que a la hora de producir un imaginario se pondrá en juego toda la batería de recursos a disposición (psíquicos, vinculares, sociales, culturales, económicos, etc.), con los cuales se dará rienda suelta a la veta creativa/recreativa.
Así, cada imaginario en tanto creador de códigos de conducta y de comunicación, de valores e ideales producirá su propio lenguaje. Esto resultará fácil de rastrear, ya que el código lingüístico es el más accesible porque se presenta sin filtros ni ocultamientos. En todos los casos incluye el reciclado de términos viejos y actuales junto con la creación de expresiones que marcan el estilo de cada época mostrando una versatilidad e ideación prolífica.En este sentido, el neolenguaje los representa, los iguala y, simultáneamente, los diferencia del los adultos.
En este neolenguaje podemos encontrar desde apelativos (flaco, loco, men, chabón, boludo, etc.), a expresiones con las que se interpelan ellos mismos en sus temas candentes o triviales (tirame las agujas, achicá el pánico, apretamos, tranzamos, chapamos, fumamos un faso, colamos pepa, rancheamos, tipo que, cool, freak, grosso, alta onda, no me quemes la cabeza, estás limado, es un caño, es cualquiera, se zarpó, hacer el aguante, posta boludo, etc.).
Esta proliferación creativa puede ser calificada como caótica por parte de las generaciones de adultos que desconocen por represión, desmentida, celos o envidia la capacidad instituyente del colectivo adolescente. Este desorden expansivo que los caracteriza se apuntala en el caos creativo, fruto de la pérdida del posicionamiento infantil, para proyectarse en un cosmos propio tributario del proyecto identificatorio que todo joven lleva adelante. En este sentido, si acordamos con el planteo que sostiene que realidad psíquica y realidad social son dos factores mutuamente irreductibles podremos dar cuenta de la producción conjunta de ambas.
De este modo, las significaciones imaginarias sociales que circulan en cada momento histórico tendrán una decidida injerencia en el formato que adopten tanto el imaginario adolescente como sus consecuentes directivas, siendo éstas coetáneas del tránsito por las sucesivas elecciones (vocacionales, amorosas, sexuales, ideológicas, etc.), que demarcan el arduo camino que lleva a la consolidación de una nueva dotación identitaria. Recíprocamente, en la medida de que cada camada adolescente se convertirá con sus producciones en una indiscutida protagonista a la hora de la construcción de su propio imaginario, el espíritu innovador emanado del mismo pondrá en marcha una dinámica cultural que insuflará nuevos aires en el seno de la sociedad que le tocó en suerte.
A fortiori, en cada generación adolescente existirá la posibilidad de que emerjan movimientos de vanguardia (política, artística, intelectual, tecnológica, etc.), que a través de su pensamiento y su accionar puedan influir y modificar tanto su propio rumbo como el de la cultura a la que pertenecen y en la que ejercen su despliegue. Los destinos de estas vanguardias son divergentes, ya que pueden quedar archivadas por su falta de repercusión o por su eventual fracaso, o bien, sus banderas pueden uniformar a gran parte del colectivo masificándolo en un posicionamiento determinado (contestatario, participativo, consumista, etc.). Asimismo, su impronta creativa, ya sea grupal o individual, puede trascender hacia las generaciones siguientes marcando una tendencia o deviniendo en un modelo clásico.
Por lo tanto, a pesar de que intentemos confinarlos tras bambalinas, los adolescentes harán igualmente el trabajo al que están destinados: construirse un lugar en el mundo. Sin embargo, la construcción de esa identidad habrá de modificar el mundo donde ésta se funda y se ejerce. En consecuencia, su aporte a la cultura de la sociedad que les haya tocado en suerte será inestimable para repensar el estado de las cosas y su proyección a futuro.
BIBLIOGRAFIA
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