De la supervisión a la intervisión
Implicaciones del trabajo de la intersubjetividad

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Desde el punto de vista clásico una de las dificultades a las que se enfrenta la formación de profesionales en clínica psicoanalítica se centra en la comprensión y el manejo de los aspectos afectivos que se despliegan a nivel inconsciente. A tal efecto se ha argumentado que estos sólo pueden encausarse bajo la tutela de otro profesional que posea la suficiente de experiencia en el manejo del proceso terapéutico y en la escucha psicoanalítica. Por lo cual, además del análisis personal, la supervisión se considera una pieza clave en la formación, en la medida que también constituye un aprendizaje. De este planteo se desprenden los conceptos de análisis didáctico y supervisión didáctica.
¿SUPERVISAR?
El término supervisión deriva del latín en tanto está formado por los vocablos súper y videre, es decir, una visión que se proyecta desde arriba. Por tanto, denota un posicionamiento superior o asimétrico desde donde se contempla algo. La supervisión funciona, entonces, según el arquetipo del experto, en tanto orienta y entrena a un aprendiz en la profesión, monitoreando la calidad de su escucha y de sus intervenciones.
Un primer esbozo de supervisión podría atribuirse de manera metafórica al caso Juanito, donde Freud operó con un paciente de forma remota con la aquiescencia de sus padres. En esa ocasión cumplió el rol de baquiano, estableciendo parámetros para el ejercicio de un primigenio análisis infantil. Asimismo, en sus artículos sobre técnica remarca la ineludible adscripción a un marco teórico y al análisis personal para ser un practicante. De estos escritos se puede inferir la idea de una supervisión llevada a cabo por un psicoanalista experimentado, formado también a través de su propio análisis.
Con el paso del tiempo la supervisión se transformó en un método axial para la formación, en tanto intentaba desarrollar la habilidad de relacionar conceptos teóricos con la producción sintomática de un paciente. Este proceso debía desarrollarse a partir del material clínico registrado en las notas escritas del supervisado.
No obstante, uno de los aspectos fundamentales para el establecimiento de un adecuado trabajo de supervisión clínica se basa en una relación fluida entre supervisado y supervisor. Es que si no existiera consenso respecto de los fundamentos que abarcan dicha tarea, sería difícil llevar a cabo un adecuado acompañamiento y lograr una evaluación objetiva de la adquisición de conocimientos del sujeto en formación.
Por tanto, para lograr establecer un contexto adecuado para la supervisión se considera esencial crear un ambiente cálido y de confianza donde el supervisado no se sienta criticado, avergonzado o temeroso de hablar acerca de su trabajo. En caso contrario, éste podría omitir datos que pudieran poner en evidencia errores y/o alimentar fantasías persecutorias. O, también, sentirse amedrentado por la probabilidad de obtener una calificación reprobatoria a partir de estar en desacuerdo con el supervisor.
UNA VISIÓN COMPARTIDA
Con la introducción de los desarrollos que el campo vincular aportó al psicoanálisis la supervisión se transformó en un espacio donde se habría de trabajar con una versión de lo ocurrido en otro espacio. Por tanto, esto implicaba que no se trataba de una visión superior respecto del trabajo clínico, sino de una otra visión.
En este espacio se habrá de dar el interjuego de las visiones de los sujetos que conforman esa trama, es decir, el trinomio integrado por los profesionales y el o los pacientes. Los roles a encarnar (supervisor, supervisando/s y paciente/s), se engendran en la dinámica de estos vínculos, al igual que en el proceso psicoterapéutico donde también se va urdiendo una trama intersubjetiva.
Lo que ocurra en esta trama se reflejará en el proceso terapéutico y viceversa. Por tanto, la intersección entre esos espacios y esas tramas será el lugar de producción del proceso en el que se resignificarán las intervenciones. De este modo, en el transcurso de la supervisión se habrán de producir transferencias y contratransferencias en la dinámica de dicho trinomio. En el caso que éste suceda en una institución el campo transfero-contratransferencial se habrá de desplegar en un cuatrinomio.
Supervisar implica, entonces, responder a la demanda de otra visión para abordar el trabajo de un caso clínico Este proceso produce una causalidad circular en el trinomio actuante produciendo un contexto de mutuas resonancias. En este sentido, el trabajo de supervisión podría denominarse de co-visión, despidiéndonos así de la quimera de un psicoanálisis de corte objetivo.
El espacio de la co-visión resulta imprescindible para el encuentro con un otro que permita mirar desde cierta distancia lo que ocurre en el proceso terapéutico, en la revisión de lo que hacemos o dejamos de hacer. Especialmente, cuando el supervisando puede necesitar que respondamos como un soporte en un momento difícil del tratamiento con su paciente
INTERVISIÓN
El derrotero que va desde el dispositivo de la supervisión al de la co-visión dio paso a una nueva visión en el campo del trabajo conjunto en torno al análisis de un material clínico. Esta nueva visión surge de la introducción de una serie de conceptos tributarios del trabajo de la intersubjetividad.
El planteo de un trabajo de la intersubjetividad es tributario de la conceptualización de que advenimos al mundo en un espacio relacional que nos contiene, apuntala y modeliza convirtiéndonos en sujetos del vínculo.
Este trabajo es el epicentro de la constitución del psiquismo, por lo cual se encuentra presente y activo desde los orígenes del sujeto. No obstante, su puesta en marcha requiere de la disponibilidad de aquellos que garanticen el sostén de su continuidad y promuevan su complejización. Es por ello que para nacer a la vida psíquica resulta indeclinable la presencia y el quehacer de los otros del vínculo.
Estos desarrollos ampliaron la mirada respecto del origen relacional del psiquismo y de la red vincular que lo sostiene, sin soslayar la presencia de sus distorsiones y quiebres, dando cuenta de las correlaciones presentes en el proceso de constitución del sujeto del inconciente, del sujeto del vínculo y del sujeto del grupo, precipitando la noción de intersujeto.
En consecuencia, la tesis central que se desprende del trabajo de la intersubjetividad es la de establecer la noción de una red psíquica intersubjetiva que abarque y contenga tanto a los intersujetos como a las operatorias mentales en juego.
Este planteo elimina de cuajo la asimetría fundante de la llamada supervisión didáctica (hija sanguínea del análisis didáctico), en la medida que inscribe el trabajo de la intersubjetividad como piedra basal de los intercambios entre dos o más terapeutas que analizan un material clínico. De esta manera, nos alejamos definitivamente del modelo analista-analizando que permeó dichos intercambios por más de un siglo. Asimismo, quedan atrás tanto la dualidad activo-pasivo como la entronización del sujeto supuesto saber, en tanto versiones ilusorias o deseantes de los respectivos posicionamientos subjetivos.
De este modo, la red psíquica intersubjetiva que sostiene todo intercambio vincular dará cuenta de las conexiones entre los inconcientes de los presentes y de las teorizaciones flotantes emergentes, en tanto producción psíquica conjunta. Por tanto, este planteo acerca de la presencia operante de una intervisión cancela la idea una estructuración asimétrica a manos de una visión catalogada como superior o superlativa.
Incluso, no implica la existencia de una dualidad prefijada que integrarían un intervisor y un intervisante, ya que los psiquismos en red presentes en el trabajo conjunto que se produce en ocasión del encuentro harán su aporte más allá de las incumbencias subjetivas y profesionales de cada uno. Intervisor e intervisante serán, entonces, lugares y funciones recíprocas e intercambiables
APUNTALANDO
La noción de apuntalamiento, en la versión con la que René Kaës reformulara aquel concepto de cuño freudiano, plantea que el apoyo de la pulsión sexual sobre las funciones vitales va a derivar en nuevos apuntalamientos: el de la pulsión sobre el cuerpo, el del objeto y del Yo sobre la madre, el de las instancias sobre las formaciones elementales y el de las formaciones generadoras del vínculo (identificaciones, imagos, complejos, modalidades de pensamiento), sobre el grupo y la cultura. Por tanto, el psiquismo se habrá de constituir por apuntalamiento y no por causalidad lineal (impronta), o causalidad especular (reflejo).
El apuntalamiento se va a presentar en forma múltiple (sobre los términos antedichos), recíproca (entre el sujeto y los otros del vínculo, los grupos y las instituciones), y reticular (se inscribe en una red de formaciones intrasubjetivas e intersubjetivas). Y en su procesamiento encontraremos una secuencia lógica que enlazará a sus cuatro componentes: apoyo sobre una base originante, modelización, ruptura crítica y transcripción.
De este modo, la red intersubjetiva que se teje en toda vinculación estará siempre urdida en el marco de un proceso de apuntalamiento. En el caso de la intervisión, de manera dinámica y no didáctica, los profesionales que concurren al encuentro para analizar un material clínico atravesarán las dimensiones de apoyo, modelización, ruptura crítica y transcripción, gestando así la novedad que el trabajo de la intersubjetividad producirá en ocasión de estos psiquismos puestos en red.
La intervisión nutrirá tanto al que provee el material clínico como al que lo recibe en escucha, en la medida que ambos modificarán a partir de ese encuentro sus representaciones mentales a consecuencia del trabajo encarado y de la emergencia del campo transfero-contratransferencial producido en dicho encuentro. Este campo, mutatis mutandis, remitirá, referirá y resignificará al que se establece entre el terapeuta y el protagonista del material clínico.
EN BANDA ANCHA
La transmisión de procesos y contenidos inconscientes de una generación a otra no sólo garantiza la continuidad de la vida psíquica en la sucesión de las generaciones, sino que refrenda la hipótesis freudiana de que ninguna generación está en condiciones de ocultar a las que la siguen sucesos psíquicos que resulten significativos.
De este modo, la compleja dinámica de los procesos identificatorios y desidentificatorios será la que sostenga y promueva este tráfico de datos y procedimientos entre generaciones o entre contemporáneos. Es que el sujeto, además de obtener un lugar y una dotación identitaria en el conjunto transubjetivo que lo despacha en el mundo, se obliga a sostener un legado que lo inviste como el portador de los sueños de deseos irrealizados de sus predecesores. Este investimiento deviene efecto directo del trabajo de la intersubjetividad, en tanto y en cuanto el sujeto siempre quedará enlazado a los conjuntos transubjetivos a los que pertenece, o bien, con los que interactúa mediante identificaciones, apuntalamientos y alianzas inconcientes.
En este sentido, así como el trabajo clínico habrá de producir una transmisión entre los psiquismos del terapeuta y del protagonista del material clínico, otro tanto ocurrirá entre los psiquismos de los participantes de la intervisión.
Esta transmisión se efectuará en todos los fueros o sistemas que posee el psiquismo. Por esta razón, el terapeuta que aporta el material clínico portará y soportará en sus signos de percepción, en su inconciente, en su preconciente y en su conciencia representaciones, afectos y deseos provenientes del trabajo de la intersubjetividad con su paciente. De la misma manera, la intervisión producirá un efecto similar entre los concurrentes a la misma, ya que esos psiquismos se verán permeados por el trabajo de la intersubjetividad que se produzca en dicho encuentro.
EFECTOS COLATERALES
En el curso de los intercambios producidos en ocasión del análisis de un material clínico, y más allá de las emergencias de las consabidas conceptualizaciones, el trabajo de la intersubjetividad habrá de generar diversos efectos en los participantes de la intervisión. Uno bien notorio es cuando entre los profesionales se produce una traslación de roles y el que provee el material clínico asume el posicionamiento subjetivo del paciente, mientras que el otro asume el del terapeuta. Esta traslación permite recrear, en una suerte psicodrama acotado, una o más escenas acaecidas en el consultorio junto con los ingredientes derivados del campo transfero-contratransferencial en juego.
Otro tanto, sucede al poner en palabras alguna de las sensaciones, emociones y/o vivencias transmitidas inconcientemente por el paciente, que el terapeuta puede haber registrado en el fuero de sus signos de percepción, o bien, en el de su inconciente.
Esta transmisión puede disparar alguna de las vivencias, representaciones y/o afectos del profesional consultante a raíz del trabajo con su paciente en el psiquismo del otro profesional, apareciendo en el formato de sensaciones, emociones y/o representaciones que en el consultante no han accedido a su conciencia, o bien, lo han hecho de forma fragmentaria.
Otro efecto se produce cuando alguno o ambos miembros del binomio profesional piensan no sólo en la misma línea, sino también con las mismas palabras o imágenes. Esta transmisión de contenidos mentales da cuenta de la permeabilidad que produce el trabajo de la intersubjetividad en la red psíquica intersubjetiva, gestando una comunidad de pensamiento que incluye tanto coincidencias como la emergencia de representaciones verbales o icónicas originales, sorpresivas y/o disruptivas del statu quo que se desprende del material clínico.
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