Autores de sueños o sueños de autor

Algunos apuntes sobre grupo interno y creación

A Sandokan, Guillermo de Baskerville y tantos otros.


§ INTRODUCCION

La creación es un tema generador de intrigas. Desde dóciles criaturas hasta indomables pensadores quedaron enmarañados en sus celadas. Se ha intentado explicarla, abarcarla, aprehenderla, desmenuzarla, pero un éxito total nunca nos mostró su sonrisa. Su escurridiza sustancia apenas si se deja retener por las zarandas, por más diversas que sean.

Muchos autores dan cuenta de esta imposibilidad. Nos relatan como su presa se les escapa a campo traviesa  mientras sus miradas se anegan de una resignación gozosa. O también, como el mismísimo Freud,  deponen sus   armas frente  a ella.     

Este trabajo por lo tanto, no caerá fuera de las generales de la ley, tratará de ser una aproximación más y seguramente menos fundamentada que otras en el largo y sinuoso camino hacia su mejor comprensión.

Introducirnos en los mecanismos y procesos ligados a la creación genera  una serie de incógnitas: ¿cuáles son las razones por las que una obra gusta, genera rechazo o indiferencia?, ¿qué conexión se establece entre el creador, su creación y aquellos que la contemplan?

Fruto del ocio, de la necesidad o de la sinrazón, la creación nos remite finalmente a la pregunta por el sentido de la vida. Claro que desde una postura  pragmática la creación sólo tendría cabida en función de necesidades, pero no sería justificable por sí misma, como un juego, un regodeo, un puro placer. Pero ninguna cultura por más utilitaria que haya sido careció de creación, ni dejó de alabar o denostar a sus inspiradores. Nos topamos de nuevo con esto que escapa de la razón y del discurso, comparable quizá con el juego que despliegan ciertas especies animales, tan lejano del código genético como de la rigidez del instinto.

¿Por qué necesitamos crear?, ¿por qué admiramos o denigramos a los artistas?

¿Por qué se usa el mismo significante para designar un proceso biológico (fecundación), uno teológico (génesis del universo) y finalmente uno que califica en general al producto de la actividad humana?

¿Qué mágico sortilegio desprende esta palabra que genera a su alrededor un campo formado por curiosos, seguidores, detractores, teorías, ensayos y salmos, rociados por ríos de tinta y falsa erudición?

No intentaré, tampoco podría, responder a todos estos interrogantes tan generales sobre la creación. Voy a circunscribirme a dos de sus niñas mimadas: la literatura y la cinematografía.

Qué no se ha dicho de ellas ya en tren de deificarlas o de enviarlas a los quintos infiernos, de darles un mejor o peor lugar en las artes en general, o de encontrar sus claves secretas desde enfoques científico-hermenéuticos. Sean cuales fueran las razones, y hay varias, tanto el cine como el libro, en sus variados formatos, se han desarrollado y desperdigado casi universalmente, a diferencia de las otras artes que no se han masificado tanto en su consumo. (1)

Mi propósito es ensayar un abordaje que anude  ciertos fragmentos de lo psíquico y de lo social en relación a la creación, que si bien podría aplicarse a las artes en general, el cine y la literatura se prestan de manera más versátil por su difusión y anclaje a lo largo y a lo ancho de las sociedades. 

Por supuesto que existen otros factores de peso que sustentan este recorte, quisiera mencionar uno que es central: cuando uno ve una película o lee un libro y lo hace con gusto, uno se mete en el argumento con una gradación propia y acorde a las circunstancias, que determina el tenor de compromiso que establece con lo visto o lo leído. Es muy común sentirse que uno se quedó adentro, atrapado, impresionado, fascinado, enojado, intrigado, con la trama, con uno o varios personajes, con una situación, con una escena, etc. Es también parte de esto el grado de de-formación que uno ejerce sobre los personajes en relación al autor o a otros espectadores-lectores, lo cual sistemáticamente hace eclosión cuando uno  lee primero el libro y luego ve la película o cuando intercambia opiniones café mediante sobre los personajes o la trama.

Cine y literatura se enriquecen mutuamente, quizá porque lo importante sea contar, lo cual nos conduce nuevamente a las neblinosas comarcas de la autoría: ¿lo importante es qué el autor tiene que contar algo o tiene algo para contar?. Contestar esta pregunta nos llevaría de la ética del deseo en el autor hacia una axiológica del arte, temas amplios y complejos si los hay y con cuantiosas ramificaciones y ulteriores derivaciones de las cuales no estarán exentas ninguna de las relaciones que aquí se establezcan. Por lo tanto trataré que la dispersión no crezca geométricamente ni que la poda nos deje sin ramas donde guarecernos de las inclemencias teóricas.

Intentaré redondear esta visión desde una órbita psicoanalítica ensayando un enlace entre los conceptos de sueño y grupalidad interna con el de creación.

La relación del sueño con la creación ha tenido notorias referencias desde distintas teorías y autores, partiendo de la base que el propio sueño es una creación en sí mismo. Además la influencia que han tenido los sueños en la creación no sólo artística sino también científica ha sido muy fecunda, bastaría con recordar sus aportes a la Física y a la Química a través de los trabajos oníricos de Bohr y Kekulé respectivamente.

Por supuesto que la publicación de la Interpretación de los Sueños generó una reubicación insospechada. El nuevo estatuto del sueño desbrozó el camino hacia el conocimiento del inconciente así como hizo inteligibles las funciones de aquel en la economía psíquica.

Respecto al grupo interno retomo aquí las vicisitudes de su proyección en lo artístico siguiendo los lineamientos de Kaës. ¿Cuánto de la problemática del autor se juega en la autoría, cuánto de nuestros personajes se infiltra en los personajes de la obra?

¿Si la decoración de una casa nos habla del mundo interno del sujeto que la habita, por qué no pensar lo mismo de lo que filma, de lo que escribe, de lo que pinta o esculpe?

¿Acaso en la clínica no validamos aquello de lo que nos hablan los pacientes como propio de su vida fantasmática, qué pasa entonces con una película o una novela?

Tal como están planteadas las cosas tenemos más preguntas que respuestas, pero así avanza la ciencia. Me contentaré con limpiar un poco el terreno de malezas y despejarlo de escombros (fruto de las construcciones teóricas linderas), para comprobar si en este predio es posible el intento de edificar.

§ EL GRUPO ES SUEÑO Y LOS SUEÑOS GRUPOS SON

                                                   Chuang Tzu soñó que era una mariposa

                                                                  y no sabía al despertar si era un

                                                     hombre que había soñado ser una mariposa                       

                                                       o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.

                                                                                                                Herbert Allen Giles

Una analogía hace su aparición. Anzieu plantea que si el sueño es una realización de deseo, el grupo también lo es.(2) En ambos el proceso primario es el dominante a pesar de su fusión con el secundario, o sea que el grupo como el sueño es el debate con una fantasía subyacente. Los humanos vamos a los grupos igual que al dormirnos entramos en el sueño, por lo tanto desde la dinámica psíquica el grupo es un sueño.

Para demostrar su tesis, Anzieu apela a varios argumentos. En primer lugar plantea que desde distintas áreas (higiene social, pedagogía, formación de ejecutivos)se espera del grupo la solución de los problemas de las instituciones. A ésto se contrapone que el auge de los métodos de grupo se viva como una amenaza para el individuo y el orden social, lo que implica que siendo el grupo el lugar privilegiado del deseo movilice mecanismos de defensa, lo que lo coloca como fuente de angustia. Esta confluencia de deseo y defensa ubica al grupo en la misma categoría de los sueños y los síntomas.

Un segundo argumento lo toma de la literatura, donde el grupo fue imaginado como el lugar fabuloso donde todos los deseos serían satisfechos: Utopía de Tomas Moro, la Abbaye de Théleme de Rabelais, el Falansterio de Fourier, etc. Estos son los sueños de sociedades regidas exclusivamente por el principio del placer, o sea el sueño de un sueño.

El tercer argumento proviene de la teoría psicoanalítica. El deseo en juego es un deseo edípico (3) y por lo tanto prohibido, esto explica las medidas antigrupo tomadas a lo largo de la historia. El grupo evoca el peligro de la pulsión: desenfreno sexual, crueldad sádica, exhibicionismo, conspiracion homicida. Y como a veces se cumple se utiliza para acreditar la fantasía. De aquí todas las acusaciones, en general sin pruebas, de las cuales son y han sido objeto sectas, guetos, logias, clanes, órdenes de caballeros, ya que se reúnen en secreto y ésto remite como en toda actividad de fraccionamiento a la posibilidad que tiene el deseo de escapar a la censura de la defensa. Son los deseos reprimidos de las personas y la sociedad los que se proyectan en tales sospechas.(4)

Otro tema que aporta Anzieu es como el grupo puede constituirse en una dimensión privilegiada para el ejercicio de las perversiones, de como los perversos se imponen como líderes y bajo su influencia esos grupos devienen patógenos o delictivos: la realización imaginaria de deseo deja paso a la actuacion. Cuando analiza la influencia de estos personajes cita un ejemplo que luego nos va a servir para pensar a Kruger, uno de los protagonistas del cuento analizado a continuación. Anzieu se refiere a los caracteriales brillantes con predominancia narcisística y perversa, donde se combinan los fenómenos de culto a la personalidad, infamia denigrante a los adversarios o a los vacilantes y la exaltación profética. Los caracteriza con una frase: «Síganme y yo los llevare al fin del mundo, a la cima del saber, a la cumbre de la omnipotencia».(5)

Concluye su exposición  con tres enunciados que condensan el paralelismo entre el grupo y el sueño. En primer lugar, el deseo realizado en el grupo y en el sueño es un deseo reprimido con anterioridad, son deseos que al no ser satisfechos en la vinculación con los otros son retrasladados al grupo (ejemplo de la pandilla de adolescentes que se desmorona con la instauración de relaciones amorosas).

En segundo lugar, el deseo que se realiza tanto en el sueño como en el grupo es un deseo infantil reprimido. Anzieu cita a los niños que cuando se agrupan juegan a ser adultos mientras que los adultos bajo la protección grupal exteriorizan sus aspectos infantiles, regresión característica de todo dispositivo grupal.

El tercer enunciado alude a que el deseo tanto en el grupo como en el sueño tiene un sentido desconocido y anuncia las formas reales en que intentará realizarse. Las acciones que se dan en ambos son los desplazamientos, las condensaciones y las representaciones simbólicas de deseo. Desde que existe el grupo, una fantasmática circula entre sus miembros.

Esta magnífica conceptualización de Anzieu sería más adelante enriquecida con otra, fruto del trabajo de su discípulo René Kaës, veámosla.

Kaës elabora una tesis recíproca a la de Anzieu. Plantea que el sueño es una actividad de agrupamiento y desagrupamiento de objetos internos del soñante, patrocinados por su deseo y a través de varios mecanismos: condensación, desplazamiento y especialmente difracción.

El sueño realiza el deseo del sujeto de ser un grupo, a partir de lo cual el grupo puede ser analizado como un sueño y el sueño como un grupo. Esto lo conduce a pensar que los mecanismos de la condensación agrupada (personalidad conglomerado), del desplazamiento, de la multiplicación de lo semejante y sobre todo de la difracción, son mecanismos de base del sueño, de la grupalidad interna y del proceso grupal. Por lo tanto sueño y grupo pertenecerían a dos campos distintos de la realidad psíquica, uno es el espacio psíquico del agrupamiento intersubjetivo y el otro el espacio subjetivo de la grupalidad psíquica, ambos están separados pero en ellos se producen procesos idénticos.

Esta nueva analogía que introduce Kaës permite la iluminación del campo grupal desde otro ángulo significante y su consiguiente calibración focal descubre nuevos planos de lectura del fenómeno. Al invertir los parámetros anteriores y pensar al sueño ahora como un grupo, aparece una nueva escena, fruto de otro mecanismo onírico: la difracción. Esta «…asocia la descondensación, el desplazamiento y la multiplicación para producir un mecanismo específico, responsable de la configuración múltiple de los aspectos del Yo representados por personajes u objetos del soñante formando un grupo».(6) 

Pero Kaës no se detiene aquí, se introduce en el arte para ilustrar como se manifiestan los grupos internos en ese terreno. Hace un recorrido por la pintura, la escultura, la fotografía, el teatro, el cine y la literatura. Plantea que la difracción operada por el sujeto se reunifica en el espacio cultural del cuadro, de la escultura o la fotografía, que son para él los espacios privilegiados para la figuración de los grupos internos.

§ UN BOTON COMO MUESTRA

Para ilustrar los conceptos que acabo de detallar, voy a utilizar un cuento de Richard McKenna titulado El Dorado. A continuación transcribo un resumen del mismo.

El S.S.Ixion, un carguero que llevaba explosivos de contrabando para los rebeldes de Sumatra, explota y se hunde en diez minutos. El operador de radio, el gordo Kruger, no llega a enviar el llamado de auxilio pero sí baja la lancha donde se apiñan los ocho sobrevivientes sin agua ni comida. Cuatro días bajo el sol vertical de Capricornio, fuera de las rutas habituales, a mil millas de tierra, sin esperanza de lluvia y el motor de la lancha descompuesto, o sea a la deriva, los hace discutir sobre la necesidad de almorzarse a un voluntario.

Esa tarde el marinero más joven, anunciando que ve campos verdes a babor se arroja de la lancha.

El cuento comienza a la mañana del quinto día, cuando el ingeniero de máquinas Kinross se despierta sabiendo que al atardecer se comerán a uno de ellos. Al no haber voluntario lo echan a suertes, por supuesto Kinross pierde. Cuando se disponían a comenzar, Kruger intervino con una voz líquida y burbujeante, proponiendo un modo de conseguir agua dulce en pocos minutos y sin que nadie muera. Aunque al principio lo tratan de loco, termina convenciéndolos con sugestión y habilidad, mediante una historia sobre unos soldados perdidos en la meseta de Tibesti que se estaban muriendo de sed y al llegar a un lugar donde había dos rocas como pilares hicieron algo que al pasar entre las rocas los condujo a un mundo distinto con vegetación y agua corriente, todos vivieron y algunos regresaron para contarlo. Kinross por ser el intelectual es el que más se resiste, pero finalmente termina aceptando la hipnosis colectiva que propone Kruger, entre resignado y dubitativo, sabe que si no acepta lo harán sin él.

Entraron al nuevo mundo, bebieron y durmieron. Kruger se mantenía en trance, pero su voz y su voluntad intervenían cuando alguna situación lo requería.(7) 

El lugar que al principio estaba muy circunscripto comenzó a extenderse, Kruger convocó a Kinross para que se uniera a él y que le permitiera participar de su cuerpo. Tenía dos razones, necesitaba calmar su sed (por ser el que los había hipnotizado  no podía participar completamente de la ilusión) y delinear mejor el mundo (para lo cual necesitaba la lógica ingenieril de Kinross). Este se rehusa y se establece una situación conflictiva entre ambos.

Hay también problemas con el tiempo y la duración, el mundo borra sus huellas, Kinross no sabe si las cosas ocurrieron hace una semana, un día o un minuto. No hay división entre día y noche y todo se halla en el mismo lugar. Esto obliga a nuevos encuentros entre Kinross y la voz de Kruger para pensar soluciones. En uno de ellos, Kruger confiesa haber puesto la bomba que hundió el carguero, así como haber descompuesto el motor de la lancha, tirar las provisiones y no enviar el mensaje de auxilio. Reconoce haber intentado emular a los soldados del Tibesti, pero que solo fracasó, por eso fraguó la situación.

Si bien Kinross se rehusaba a cumplir las órdenes de Kruger, si aceptó ir de exploración a pedido de éste ya que habían aparecido estrellas  en el cielo nocturno que él no había creado y porque además sentía que  había presencias extrañas en el mundo. Kinross descubre un abismo por el que penetra una mujer que se hallaba cabalgando en Australia, se llama Mary y junto con ella el mundo comienza a llenarse de pájaros y de negros. Más adelante llegan otras personas provenientes de distintas partes del planeta, parecía que la entrada al mundo se desplazaba o que había varias. Con una población numerosa y estable se construye un poblado. Kinross renuncia a ocupar el mando en representación de Kruger y no abandona la idea de volver al viejo mundo, ahora junto a Mary. Finalmente Kinross logra atravesar la barrera gracias a una lucha entre los pobladores que debilita a Kruger. Mary prefiere quedarse con sus pájaros y Kinross aparece en un lugar que cree que es Australia. Todo parece normal pero la sed es una nube que lo enloquece, bebe de un arroyo varias veces y la sed persiste. Escucha voces y ruidos, se acercan jinetes, se pregunta si podrán verlo.

Este relato, que trasluce una particular nitidez metafórica, fue escrito algunos años antes de la muerte de su autor, que ocurrió en l964, un tiempo antes que Anzieu pronunciara la conferencia donde presentó en sociedad su analogía entre sueño y grupo. Esto mueve a pensar dos posibilidades no excluyentes que ya fueron aplicadas a otros sucesos similares: l) la relación entre sueño y grupo habitaba el imaginario colectivo previamente a su formulación y 2) la analogía descripta por Anzieu engloba y resignifica una serie de fenómenos «existentes» pero no «percibidos». Sea cual fuere la postura que tomemos, lo importante es que con esta analogía se abre un nuevo campo significante para la lectura del fenómeno grupal.

Si retomamos el relato en función de algunos de los conceptos anteriores vemos que la situación se origina gracias al sabotaje que consuma Kruger, quien tiene un propósito personal: comprobar la leyenda de los soldados del Tibesti y como solo ha fracasado, necesita un grupo que lo apoye, para lo cual no se detiene ante nada. Luego de reservar durante cuatro días sus energías, dormitando, se pone a la cabeza de la situación cuando ésta se torna insostenible, ocupando el liderazgo perverso descripto más arriba. En ese momento el hambre, la sed y la sensación de abandono ha llevado a los náufragos a una regresión muy profunda. Uno de ellos alucina y se arroja al mar dando cuenta de una aceitada conjunción entre pulsión de muerte y realización alucinatoria de deseo. Los restantes en un viaje sin escalas a las vísperas del totemismo deciden que hay que comerse y tomarse a alguno, es una situación límite, una regresión a los límites de la cultura. Esto produce un chisporroteo de fantasías persecutorias a partir de un mínimo gesto, de una mirada. Cualquiera puede ser la víctima debido a su irresponsabilidad: Kruger por no enviar el mensaje, Kinross por el desperfecto del motor, porque alguno es el más viejo o el más joven o el más débil. Kruger los deja hacer, espera que alguno resulte sorteado para ofrecer su solución, sabe que lleva las de ganar, están muy lejos de tierra y de la posibilidad de que los rescaten, el mundo real se haya poco investido y la libido se vuelca sobre el grupo, pero dejemos que Kruger nos lo explique: «Quiero que vivamos en una alucinación colectiva. Podemos hacerlo. Eso o la muerte. Se lo que digo confía en mí. Conozco el camino». (8)

El explica que la realidad es un sueño, fruto de una proyección convergente de una idea de mundo por parte de todos y propone cambiarla por un sueño más placentero. Para el bebé la espera del pecho o del cuidado  materno  puede  ser  un  dolor  interminable  y  la única salida momentánea es la alucinación, para unos náufragos a la deriva también.

Kinross se rehusa a la hipnosis colectiva, se niega a creer en la historia de Kruger, se opone a su deseo de soñar, soñar un sueño como dice Anzieu, donde se satisfagan todas sus necesidades. Abandona su resistencia por una apelación al principio de realidad, si no coopera lo matan y los demás prosiguen. Kruger que ocupa el lugar del hipnotizador es investido transferencialmente con todos los poderes por los marineros, que quedan a su merced como niños, lo que nos recuerda que la hipnosis es una infancia artificial.(9) A partir de esta hipnosis, el grupo se adentra en su sueño y puede realizar su deseo, encuentra un mundo lleno de agua y comida que deviene tan rico como el vientre materno fantaseado.

La segunda parte del cuento, o sea a partir de que entran al nuevo mundo, podría pensarse como la descripción del sueño de Kruger, donde difracción mediante los marineros ocuparían los distintos papeles asignados a sus personajes internos. Pero también podríamos pensar que este sueño espeja otro, el del autor. Tomemos el relato, entonces, como un sueño donde el autor «…es descompuesto en representantes múltiples idénticos o no, al igual que los diferentes miembros de un grupo pueden representar para un sujeto diferentes aspectos de su universo interno». (l0)

Si bien a lo largo del relato los personajes ocupan distintos roles, se pueden apreciar algunas predominancias. Kinross ocupa el lugar del héroe de la saga y representa un aspecto del Yo del autor enlazado a un escena edípica. Su protagonismo lo muestra en la segunda parte del cuento como un hiperdiscriminado, no se integra con los demás miembros del grupo y hasta rechaza la propuesta de ser el líder en representación de Kruger, a quien resiste someterse durante todo el relato. Su obsesión es tratar de salir de ese mundo, lo cual lo lleva a enfrentarse constantemente con Kruger que intenta disuadirlo u obligarlo a que se quede y coopere. Entra también en rivalidad con otros personajes por obtener el favor de Mary, a quien desea llevarse de ese mundo con él.

Kruger por su parte se halla más cerca de la figura paterna, por ocupar en primera instancia el lugar del hipnotizador y luego por convertirse en la deidad de ese mundo, a quien sus habitantes deben llevarle ofrendas diariamente. Su sed se mantiene insatisfecha hasta que se produce una ofrenda de sangre, convirtiendolo finalmente en una deidad sanguinaria.

Mary pude asociarse con una representación materna. Su mayor preocupación es por la flora y la fauna del lugar. Al desistir de acompañar a Kinross impide un final feliz para el cuento, pero no que aquel salga del mundo paradisíaco amado por la representante materna y gobernado por el representante paterno, a partir de lo cual deberá ocuparse de su propia sed.

§ SOBRE GRUPO INTERNO Y CREACION

                                                Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él                                                también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.

                                           Jorge Luis Borges

La primera parte del cuento de McKenna, gracias a un inusual paralelismo, nos permitió mostrar como la analogía planteada por Anzieu era aplicable al campo de la literatura. Allí los personajes del relato entraban a un grupo (deseado y manipulado por Kruger) como a un sueño hipnótico, donde se satisfacían sus deseos inmediatos de beber y comer en un lugar acogedor.

La segunda parte del cuento, en coincidencia con la analogía que introduce Kaës, abrió camino para ilustrar como el sueño de Kruger y mutatis mutandis el del autor, se difractaba en personajes internos formando un grupo. Pero este grupo no es otro que el grupo interno del soñante, o sea del autor.

 Plantearé entonces, una hipótesis que nos sirva para echar luz a todo este recorrido. Cuando un autor escribe o un director filma, entra en un sueño (diurno y/o nocturno) donde proyecta su grupo interno (su vida fantasmática), el cual quedará a merced de los mecanismos del proceso primario y del proceso secundario hasta plasmarse en una forma artística específica, que trasciende hacia un otro (lector/espectador) que a su vez también proyecta su grupo interno sobre la obra, quedando delimitada así una zona de superposición o de transición entre ambos.

Esta hipótesis tiene cabida en una sociedad que tecnología mediante, ha difundido masivamente la posibilidad de acceder a un impreso o a un video, genéricamente hablando. No podríamos pensar la misma situación por ejemplo, para la Edad Media, con libros manuscritos y sólo al alcance de unos pocos monjes (11) y con pinturas a las cuales tampoco se podía acceder salvo por otros pocos. En esa época los grupos internos de los sujetos se enriquecían gracias a las tradiciones orales y a los rudimentos de lo que más tarde sería el teatro.

Volviendo a nuestro siglo, debemos marcar una acentuación creciente de lo leído a lo visto que nos marca, especialmente a las últimas generaciones. La trayectoria se dio a través del pasaje del libro al cine, luego del cine al video para encontrar una síntesis provisoria en la computadora.

Luego de esta digresión, retomemos nuestra hipótesis a partir de lo que plantea Kaës respecto a los grupos internos en el campo artístico (12). Aborda algunos ejemplos en este campo para demostrar que la difracción y los mecanismos de la grupalidad interna operan en otros espacios psíquicos además del sueño. Plantea que la escultura y la fotografía ofrecen un espacio privilegiado para la figuración de los grupos internos. Sin olvidarse de la literatura a la que aborda citando a Freud, cuando habla de la escisión del Yo del autor de novelas psicológicas en Yo parciales que le permiten personificar en distintos héroes las corrientes que chocan en su vida anímica. 

Podríamos pensar entonces en una articulación entre sueño, creación y grupo interno, conceptos que quedarían engarzados por una forma particular del trabajo mental. Aquí Kaës llega nuevamente en nuestra ayuda: «…los grupos internos son los aparatos y la substancia misma de la creación, del pensamiento y de la palabra. Hacen posibles todas las configuraciones. Todo cambio: terapéutico, formativo, creativo, es un reacomodamiento de los grupos internos…».(13)

A partir del análisis del cuento se percibe como el autor, que fue marino mercante antes de convertirse en escritor, despliega a través de los personajes y de las situaciones por ellos jugadas escenas de su vida fantasmática. Como dice Freud: «…todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada».(14) Elementos oníricos y de la fantasía diurna se combinan para dar cuerpo a una trama que en este relato espeja una operación que a la vez está funcionando en el autor: un personaje que arma un grupo con su deseo y que sueña un mundo donde incluirlo y donde este sueño a su vez se transforma en otro grupo.

Esto nos lleva por otra vía a corroborar el valor de una frase muy conocida: toda obra es en alguna medida autobiográfica. Así es, pero con el agregado de que es autobiográfica en función de los grupos internos del autor. Ninguna obra está exenta de las vicisitudes de los grupos internos del mismo.

Ahora bien, un autor no crea sólo para sí mismo, espera trascender, llegar a otro. Que lo que fue su obra para él: catarsis, comunicación, elaboración, sublimación, creación, pueda salir del circuito narcisista hacia las inagotables y versátiles sendas de la objetalidad.

La creación sería entonces una actividad privilegiada donde es posible proyectar escenas de la vida fantasmática teñidas de algún grado de conflicto, en un intento de descargarlas, sublimarlas y elaborarlas. En el mejor de los casos ésto traerá aparejado un enriquecimiento y un nuevo equilibrio dinámico.

Pero si con lo hasta aquí expuesto queda en parte contestada la pregunta por qué escribimos o filmamos, queda en pie todavía saber por qué leemos y miramos. Hay muchas respuestas: para saber, para evitar hablar en el desayuno, por placer, para no tener que ceder el asiento en el colectivo, para conciliar el sueño.

Nuevamente el sueño. El lector/espectador lee o mira para entrar en un sueño, diurno o nocturno, para entrar en un mundo de fantasías y esto ocurre aunque lea la guía telefónica. Pero si elige una novela o una película, busca un soporte para sus fantasías, un lugar donde proyectarlas, una estructura de roles donde pueda difractar la suya.

Desde niños somos estimulados a ensanchar nuestra vida fantasmática a través de los cuentos que nos relatan para que conciliemos el sueño, de las horas que nos dejan delante del televisor, para que nos entretengamos y no molestemos, de los libros infantiles que nos regalan nuestros familiares, de las lecturas obligatorias de la escuela primaria, etc.

Ya adolescentes y adultos, con una mayor capacidad para elegir qué ver  o qué leer, seguimos adelante en la re-creación de nuestros grupos internos, los cuales son modificados a veces casi puntualmente.

De esta manera lo cuenta el director español Fernando Trueba:»…La lectura de la novela fue una de esas experiencias irrepetibles que de vez en cuando la literatura – y el cine – nos proporcionan. La novela no se acaba al volver la última página, sino que pertenece a esa otra categoría de relatos que te sumen en un estado de ensoñación y que te acompañan mucho tiempo, más allá del de la simple lectura. Y uno tiene la sensación de haber cambiado un poco después de haberlas leído…».(15)

Esta operatoria de complejización y enriquecimiento de los grupos internos parece no cesar jamás. Desde aquella escena arcaica y fundante donde nuestro sistema de representaciones quedó impreso a imagen y semejanza de la de quien cumpliera con la función materna (16), hasta la conformación actual, en un corte sincrónico, de la multiplicidad de las escenas diádicas y triádicas que estructuran nuestros grupos internos.

Es probable, entonces, que nos nutramos de escenas de grupos internos ajenos en una singular reiteración de aquellas situaciones de  incorporación, que nos marcaron una tendencia  a la introyección, y que se manifiesta ahora como lectores/espectadores y que se equilibra con la difracción de  nuestros grupos internos en las actividades creativas, desde la autoría hasta la paternidad, pasando por el proceso identificatorio. Todos resultamos autores, no sólo por vocación sino también por estructura.

A partir de los desarrollos de Piera Aulagnier podemos pensar a la identificación como un proceso creativo privilegiado en la formación de la identidad, donde los conceptos de identificado e identificante  contribuyen con su  interjuego dialéctico a este proceso. El identificado es aportado desde afuera por las figuras parentales como modelo y materia, pero que al ser incorporado se transforma, adquiriendo una modalidad propia, singular, el identificante. Esto mismo sucede cuando leemos o vemos cine: los roles, las situaciones conflictivas, las formas de resolución de problemas que nos ofrecen son identificados, que luego de su metabolización se incorporarán como formas propias, más o menos alejadas del modelo original de acuerdo con la estructura de cada sujeto y que irán a engrosar e enriquecer los grupos internos preexistentes.(17)

En general estamos ávidos de historias donde jugar, proyectar, difractar, comparar, confrontar nuestros grupos internos. Pero esto no ocurre con todas las historias, lo cual nos lleva al terreno de los gustos, las críticas y los rechazos. A mi juicio nos encontramos en el campo de la transferencia y de sus vicisitudes.

Cuando se produce un encuentro entre dos personas, se ponen en juego la historia de sus vínculos. Se definen así atracciones,  repulsiones y su intermedia gama de grises. Análogamente cuando entramos en la trama de alguna obra, o sea a la difracción de los grupos internos del autor plasmada en forma literaria o fílmica, sentimos la misma agitación que cuando conocemos una persona, nos puede generar desde el principio algo definido (gusto o disgusto, atracción o rechazo) o que esto devenga en forma paulatina. Así rechazamos libros y films desde el título, nos vemos sumergidos de forma súbita en ellos o los atravesamos con mayor o menor indiferencia o aburrimiento.

Es también importante destacar los beneficios en la economía psíquica que obtiene el lector/espectador. La configuración grupal del relato permitiría, igual que en un grupo, la movilización de los procesos psíquicos primarios. Por otra parte la re-creación que hace de los personajes, apropiándoselos y modificándolos contribuye como vimos al proyecto identificatorio. El placer estético ligado al placer previo produce un goce por liberación de tensiones y también el autor nos habilita para disfrutar sin remordimientos ni vergüenzas algunas de nuestras fantasías.(18)

Abordemos finalmente la tercera parte de la hipótesis. Winnicott planteaba a su zona transicional como la tercera zona de la vida humana, que no está dentro del individuo (realidad psíquica) ni fuera de él (mundo de la realidad compartida), ocupa un espacio potencial que intenta negar la separación entre madre e hijo en su origen y que luego deviene terreno donde se desarrollan primero el juego y posteriormente la experiencia cultural.

En el modelo con que pienso este trabajo se producen dos movimientos convergentes, los grupos internos del autor y lector son proyectados  sobre los personajes presentes en los relatos, esta convergencia va a delimitar una zona de superposición de ambas proyecciones. Esta zona transicional que incluye a los personajes, ya no pertenece ni al autor ni al lector (es igual para el caso de un film), se ha independizado de ellos en tanto que ha pasado a formar parte del patrimonio de los miembros de una cultura dada. Así como los personajes de los mitos y leyendas cumplían funciones fundamentales en el imaginario social de los pueblos antiguos, los personajes literarios pueden llegar a cumplirlas también. Por supuesto que no todos corren con esa suerte, eso depende de varios factores (difusión, ambigüedad, etc). Pueden servir de patrón identificatorio, depósito de valores o ideales, encarnar arquetipos, pero en todos los casos se han independizado en parte o totalmente de la investidura fantasmática que les proveyeron autor y lector en forma individual para consolidarse en una forma consensuada, que tampoco es definitiva porque fluctúa con las modas y necesidades ideológico-culturales.

Por citar un ejemplo, el Batman posmoderno de la última película se halla a años luz de sus predecesoras versiones de historieta y televisiva. Estos personajes que luego de creados dejan sus cubiles para hacer su vida como representantes de sí mismos o de las obras de donde provienen, pasan a formar parte del imaginario-simbólico cultural de una época no sólo como modelos identificatorios, se transforman en verdaderos habitantes de un tiempo eterno, se universalizan.

Un escritor, Osvaldo Soriano, los describe así: «Creo que se subestima la facultad que tienen los personajes de la literatura, el teatro y el cine para reencarnarse en la realidad de cada época». (19)   

Los que a lo largo de la historia de la humanidad han censurado alguna o todas las artes y sus manifestaciones, en función de una actitud, en el mejor de los casos paternalista, sabían muy bien lo que hacían. Avivar giles como dice el tango, o sea enriquecer grupos internos con los de los otros, atenta contra lo instituido.

Desde otra perspectiva, la historia del Yo y de sus vicisitudes con el Superyó da también buena cuenta de ello.

Publicado en Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Tomo XV – Número 2 – 1992.

§ BIBLIOGRAFIA

Aulagnier, P., La Violencia de la Interpretación; Bs.As., Amorrortu, 1975.

Anzieu, D., El Grupo y el Inconciente; Madrid, Biblioteca Nueva. 2ª Edición, 1986.

Freud, S., Personajes Psicopáticos en el Escenario; Bs.As., Amorrortu, 1979.

Freud, S., El Creador Literario y el Fantaseo; Bs.As., Amorrortu, 1979.

Kaes, R., La Difracción de los Grupos Internos; Conferencia Encuentro Internacional de Psicodrama y Psicoterapia de Grupo, Buenos Aires, 1985.

Winnicott, D., Realidad y Juego; Bs.As., Granica, 1972.

§ NOTAS

(1) Compárese las horas/libro leído y las horas/películas vista contra las horas/museos visitados.

(2) Quiero aclarar que no adhiero a la postura teòrica de tratar a los deseos en singular, menos aún en el campo del sueño donde además del inconciente puede cumplirse uno preconciente. El grupo no le va a la saga.

(3) Cabe aclarar el peso que tiene lo preedípico en el grupo, aunque quizá Anzieu lo omita para no perder el hilo de la argumentación.

(4) Esto se encuentra plasmado de manera formidable en la novela de Umberto Eco, El Péndulo de Foucault, donde el grupo en cuestión son los Caballeros de la Orden del Temple, a los que se acusa exactamente de aquellos peligros pulsionales. Es también destacable que existen excepciones que confirman la regla como el caso de Jim Jones en Guyana o la Logia P-2.

(5) Didier Anzieu. El Grupo y el Inconciente. Pag.72.

(6) René Kaës, La Difracción de los Grupos Internos. Pag.4.

(7) Al comienzo el mundo no estaba bien definido, un marinero quiso ver más allá de un árbol medio borroso y comenzó a desdibujarse el mundo, Kruger lo cegó.

(8) Richard McKenna. «El Dorado». En Los Agonistas de Casey. Colección Minotauro. Ed. Sudamericana.

(9) Luis Hornstein. Configuraciones Vinculares y su Relación con lo Inconciente. Actualidad Psicológica nº l64, abril l990.

(10) René Kaës. La Difracción de los Grupos Internos. Pag.4.

(11) Véase El Nombre de la Rosa de Umberto Eco. Ed. Lumen-De La Flor.

(12) René Kaës. La Difracción de los Grupos Internos.

(13) René Kaës. La Difracción de los Grupos Internos. Pag.11.

(14) Sigmund Freud. El Creador Literario y el Fantaseo. Pag.127.    

(15) Página l2. 25-7-9l.

(16) Piera Aulagnier. La Violencia de la Interpretación.

(17) Podríamos replantearnos aquí el tema de los estilos y del plagio:¿qué es lo verdaderamente original?

(18) Sigmund Freud. Personajes Psicopáticos en el Escenario. El Creador Literario y el Fantaseo.

(19) Página 12. 9-12-90

§ RESUMEN

Este trabajo intenta abordar el tema de la creación, especialmente en literatura y cinematografía, desde la perspectiva de las vicisitudes que sufre el grupo interno, tanto del autor/director como del lector/ espectador. Estas vicisitudes tienen que ver con los recorridos vinculares por los que atravesó el sujeto, la marca que éstos le dejaron y de que manera participan en la creación artística.

También intenta rescatar los aspectos de descarga, sublimación y elaboración que posee no sólo la creación, sino también la participación activa que suponen la lectura y la contemplación.

Finalmente se tratan las vicisitudes de la obra. De como su ingreso en el imaginario-simbólico de una cultura la modifica y transforma dándole un estatuto diferente al que le diera el propio autor, lejos de una forma concluida e inalterable.

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