Crisis, crisis – you can’t get away Crisis, crisis – you can’t get away Crisis, crisis – I need you on my side cause there’s a crisis. And you can’t get away
[1] “Crisis, crisis – no puedes escaparte / Crisis, crisis – no puedes escaparte / Crisis, crisis – Te necesito a mi lado porque hay una crisis / Y no puedes escaparte”. Crisis. Mike Oldfield.
La pandemia del Covid-19 ha trastocado y trastrocado no sólo los usos y costumbres de países y culturas sino las referencias psíquicas con las que contamos para comunicarnos, vincularnos y posicionarnos en relación con nuestros semejantes. En este espectro societario el colectivo adolescente sufre el embate del virus y sus vicisitudes de manera tan específica, tal como da cuenta de ello su propia esencia fenoménica.
A propósito de este embate intentaremos colegir como las pautas que rigen el psiquismo adolescente se ven afectadas por la transformación cultural que trajo aparejado el aislamiento social preventivo y obligatorio con su duración incierta y sus limitaciones concomitantes. Sin embargo, antes de abocarnos a esta temática haremos una sucinta recorrida para poner en contexto el fenómeno adolescente.
UN POCO DE HISTORIA
Para rastrear el origen del fenómeno adolescente deberíamos remontarnos hasta mediados del siglo XVIII. Allí nos encontraríamos con la puesta en marcha de un proceso social, cultural, económico y tecnológico que promovió y plasmó la construcción de un mundo nuevo. De este modo, la Revolución Industrial dio a luz a una generación de sujetos que fueron posicionándose en lugares y funciones inéditas. Y gracias a su condición de sujetos en tránsito devinieron mentores de una cultura específica que se habría de renovar con el ingreso de cada nueva camada a ese hiato espaciotemporal.
Por tanto, una primera generación de sujetos al momento de finalizar su infancia se descubrió en una situación de aplazamiento, durante la cual se vieron obligados a entrenarse hasta alcanzar las destrezas que les permitieran ocupar los nuevos lugares y funciones a los que se hallaban destinados.
De este modo, la flamante moratoria social quedó englobada dentro del territorio de la condición adolescente, en tanto aquella habría de introducir a cada nueva camada de jóvenes en un compás de espera durante el cual recibirían una formación educativa específica.
La paulatina consolidación de la condición adolescente terminó porinstituir un punto de inflexión en la forma en la que se suceden y trasvasan las generaciones junto con sus respectivas incumbencias. Consecuentemente, esta compleja situación de tránsito da cuenta de la operatoria que tanto al interior del psiquismo como en el marco de sus vínculos deben acometer los jóvenes en el dificultoso transbordo entre el mundo de la niñez y el mundo adulto.
LO QUE CAMBIA
Planeta deriva de una voz griega cuyo significado es errante. Este vocablo se aplica a algo o a alguien que vaga sin rumbo fijo, o bien, que cambia de emplazamiento constantemente. Este temperamento itinerante es el que adopta cada generación de jóvenes a la hora de asumir sus posicionamientos subjetivos. Por ende, es a partir de esta caracterización que puede establecerse la existencia de un Planeta Adolescente.
Durante la regencia de cada camada juvenil se habrá de gestar un imaginario propio, un imaginario adolescente. Es decir, un conjunto de representaciones que otorgará los imprescindibles contextos de significación y jerarquización al pensar, al accionar y al sentir de una generación que busca su destino.
Este imaginario rige con el conjunto de sus códigos los modos de interacción englobando en sí mismo una serie de ideales y valores que sintonizan a contrapelo con el momento histórico en curso, produciendo hitos a nivel sociocultural que pueden resultar revulsivos para el statu quo adulto.
No obstante, resulta axial aclarar que en una misma generación pueden coexistir simultáneamente varios imaginarios adolescentes debido a las diferencias sociales, culturales y económicas que presentan los miembros que la integran, tal como puede observarse en la proliferación de las distintas tribus urbanas y en los fenotipos adolescentes que caracterizan a los diversos estamentos societarios.
Si acordamos con que realidad psíquica y realidad social son dos factores mutuamente irreductibles, podremos dar cuenta de la producción conjunta de ambas. De este modo, las significaciones imaginarias sociales que circulan en cada momento histórico tendrán una decidida injerencia en el formato que adopten tanto el imaginario adolescente comosus consecuentes directivas.
Recíprocamente, en la medida de que cada camada adolescente se convertirá con sus producciones en una indiscutida protagonista a la hora de la construcción de su propio imaginario, el espíritu innovador emanado del mismo pondrá en marcha una dinámica cultural que insuflará nuevos aires en el seno de la sociedad que le tocó en suerte.
LO QUE PERMANECE
La caracterización del fenómeno transicional en el que se constituye la condición adolescente, más allá de la coloración que le impriman los correspondientes giros epocales, va a estar apuntalada por la presencia de una serie de factores que se instituyen a la manera de un conjunto de invariantes funcionales.
Caducidad de los recursos y operatorias infantiles, refundación del narcisismo, búsqueda de puntales y modelos, remodelación identificatoria, reedición edípica, moratoria social, identidad por pertenencia, desorden narcisista transitorio y genérico, enfrentamiento generacional, proyecto a futuro, transbordo imaginario, apropiación de funciones y lugares, desprendimiento material y simbólico de la familia de origen, salida exogámica y autonomía. Estos factores se van a articular de acuerdo a una serie de tiempos lógicos, independientemente de que su elaboración en simultáneo obligue a inevitables superposiciones y/o alteraciones en su ordenamiento.
El procesamiento se inicia con el agotamiento de los suministros acumulados a lo largo de la infancia. Esta prescripción de recursos y operatorias impulsa la renovación de los montajes narcisistas en un intento de adecuación a una nueva ecuación de demandas internas y externas.
Desde allí se despliega la búsqueda de puntales y modelos para configurar un ensamble identitario acorde a los nuevos requerimientos. En esta búsqueda, enmarcada por la moratoria social circulan por grupos de pertenencia donde comparten la argamasa común de sus afinidades, temores y desdichas.
Entre tanto, deben hacer frente a los desequilibrios intra e intersubjetivos que sufre la autoestima, resultantes de la remodelación identificatoria y del desorden narcisista transitorio y genérico que tiñe todos los aspectos de la elaboración que lleva a cabo el psiquismo.
Asimismo, deben lidiar con la dinámica ambivalente que se apropia de sus vinculaciones familiares a partir de la reedición edípica, junto con la reñida introducción de sus nuevos interlocutores, referentes y puntales, los cuales llegan equipados con sus propios valores e ideales.
En el marco de esa dinámica comenzará la construcción del escenario donde se jugarán el enfrentamiento generacional y el desprendimiento del núcleo familiar originario. Esta podrá darse en paralelo a las vicisitudes que signan los encuentros y desencuentros donde se tramita la vertiente exogámica.
Este procesamiento se engarzará con la progresiva ocupación de las funciones y lugares que proporciona la dinámica del transbordo imaginario. Esta ingeniería se encuentra bajo el auspicio de la noción de proyecto a futuro, el cual sostiene la investidura de un horizonte de posibilidades en un marco de creciente autonomía.
Este conjunto de invariantes estará teñido por los procesos de subjetivación del momento histórico en curso, consolidando una interconexión entre la condición adolescente y la trayectoria del Planeta Adolescente. Esta congruencia revela la estructura bifronte que caracteriza al fenómeno adolescente.
Sin embargo, estas invariantes funcionales no son eternas, ya que en algún momento pueden perder su universalidad a manos de otras en la medida que el imaginario social de turno introduzca las modificaciones necesarias para que esto ocurra.
CRISIS
El arribo de un sujeto al mundo se encuentra enmarcado por un conjunto de perturbaciones físicas y psíquicas que se habrán de instituir en el primer eslabón de una larga cadena de crisis. Algunos eslabones se van a correlacionar con el despliegue de los ciclos vitales, mientras que otros responderán tanto a la interrupción de la continuidad de los equilibrios que regulan la dinámica del psiquismo como a la expiración de sus procedimientos.
Luego de su estallido el sujeto intentará a través de diversas operatorias (reparación, renovación y/o reemplazo), restablecer el equilibrio que sostenía los antiguos apoyos, regulaciones y recursos. Sin embargo, el virtual restablecimiento del equilibrio instituirá con su arribo una flamante exigencia de trabajo psíquico y vincular.
La interrupción que la crisis propina sobre la continuidad de los equilibrios y procedimientos conduce a la noción de ruptura, en tanto el psiquismo asimilará el impacto de la crisis a la manera de una separación o de una pérdida. Por ende, la perturbación temporaria de los apoyos, regulaciones y recursos que apareja la situación crítica se convertirá en una amenaza si los arbitrios convocados para la extinción de la misma fallan. En consecuencia, la superación de la crisis dependerá de que alguna de las tentativas logre alcanzar el nuevo equilibrio a partir de una cabal reestructuración.
De este modo, los términos crisis, ruptura y superación serán los que ilustren el procesamiento que caracteriza a la condición adolescente, más precisamente una serie de crisis, rupturas y superaciones que se suceden sin solución de continuidad. Para sostenerse este procesamiento habrá de comprometer durante su transcurso a una serie de interlocutores (otros jóvenes en tránsito y adultos intra y extra-familiares). Su función será apuntalar y acompañar con su presencia y accionar a los adolescentes en su transición.
La clave para superar una crisis se halla en el apuntalamiento, pero en la versión con la que Kaës reformulara aquella concepción de cuño freudiano. A partir del apuntalamiento de la pulsión sexual sobre las funciones vitales se producirán una serie de nuevos apuntalamientos (el de la pulsión sobre el cuerpo, el del objeto y del Yo sobre la madre, el de las instancias sobre las formaciones elementales y el de las formaciones generadoras del vínculo sobre el grupo y la cultura).
El apuntalamiento se presenta en forma múltiple (sobre los términos antedichos), recíproca (entre el sujeto y los otros del vínculo, los grupos y las instituciones), y reticular (se inscribe en una red de formaciones intrasubjetivas e intersubjetivas). Este procesamiento desarrolla una secuencia lógica que enlaza a sus cuatro componentes: apoyo sobre una base originante, modelización, ruptura crítica y transcripción.
En cada nueva vinculación, ya sea con un sujeto, con un grupo o con una institución, el sostén y la in-formación que provenga de los respectivos apoyos y modelizaciones nutrirán a los protagonistas del apuntalamiento con sus aportes. Es que el apoyo transforma lo que sostiene al igual que el continente modela el contenido, modificando ambos polos por reciprocidad.
Para que dicha nutrición pueda metabolizarse se hará necesaria una ruptura crítica. Esta habrá de generar un distanciamiento respecto de dichos aportes para que este procesamiento se complete con la operatoria de la transcripción, la cual produce un pasaje transformador de un nivel a otro, dando lugar a una nueva síntesis y un nuevo equilibrio entre lo existente y lo aportado.
De este modo, el apuntalamiento de las formaciones generadoras del vínculo (identificaciones, imagos, complejos, modalidades de pensamiento), sobre el grupo y la cultura resulta decisivo para poder superar la corriente secuencial de crisis que asuela a los sujetos. Según esta perspectiva “el psiquismo se presenta, en su calidad propia, como movimiento y construcción, movimiento de apuntalamientos y desapuntalamientos, de aperturas o de cierres, de crisis y de creación” (Kaës, R. 1992 pág.18).
¿IN-VARIANTES?
La condición adolescente mediante un mismo y único movimiento pone en crisis a la totalidad de los contextos en juego, haciendo del joven el depositario de un cuestionamiento que excede largamente las vicisitudes de la propia ecuación personal. Por ende, la crisis personal centrada en la configuración de una nueva dotación identitaria se extiende como un reguero de pólvora sobre la dimensión familiar, con su universo de sentidos y sus alianzas inconcientes, para desde allí dar el salto hacia lo instituido en general.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando la crisis estatuida por la condición adolescente recibe un plus de efecto a partir de otra crisis que la engloba y la supera como es el caso de esta pandemia?
¿Qué órbita tomará el Planeta Adolescente si las invariantes funcionales de la condición adolescente comienzan a alterarse?
¿Cuáles serían las consecuencias de estas alteraciones en función de si son temporarias o definitivas?
La crisis desatada por la pandemia afecta de manera directa la capacidad de apuntalamiento disponible para los sujetos en general y para los adolescentes en particular. La multiplicidad, reciprocidad y reticularidad de los apuntalamientos se ve entre limitada e impedida a partir de las medidas preventivas ligadas al aislamiento y al impedimento del contacto.
La restricción de las salidas para este colectivo impide el despliegue de la la urgencia exploratoria, justamente la que sostiene las urgencias identificatoria y vinculatoria. Este impedimento además de confinar al adolescente a la pendulante interacción entre las pantallas (celulares, televisores, etc.), y sus otros significativos le amputa el aporte nutritivo de sus contemporáneos y de los adultos extra-familiares para afrontar el procesamiento de la remodelación identificatoria. Procesamiento queviene de la mano de labúsqueda de puntales y modelos con su consecuente integración a agrupaciones, cimentando así su identidad por pertenencia.
Las pantallas en tanto recurso tienen una capacidad limitada a la hora de sostener la multiplicidad, reciprocidad y reticularidad de los apuntalamientos, ya que no sólo la transferencia resulta incapaz tramitarse in efigie o in absentia según reza la vieja fórmula. La presencia real del otro del vínculo y su interacción desde lo corporal son pilares insustituibles para la elaboración de la condición adolescente.
Por tanto, el aislamiento preventivo y obligatorio conduce, en caso que no se desarrolle una sintomatología específica, a un repliegue narcisista que generará entre otros efectos: aumento de las horas de sueño, humores ciclotímicos, sobreaislamento (encierro en sus habitaciones), aburrimiento, intolerancia, etc.
Esta situación afectará justamente la búsqueda de nuevos equilibrios para la autoestima, incrementando el desorden narcisista transitorio y genérico que padecen. Es que la ausencia de experiencias impedirá el acceso a los logros que puedan cimentarla. Concomitantemente, el proyecto a futuro tambaleará no sólo porque se sustenta en las correlaciones entre la escolaridad secundaria y universitaria o el acceso al trabajo (dimensiones que se encuentran en suspensión animada), sino también porque sin logros concretos que alimenten la autoestima el futuro queda reducido al terreno de la fantasía.
No obstante, la combinatoria puede ser más deletérea aún si se entrelaza con un efecto regresivo. Es que las limitaciones en boga producen una sobresaturación de los modelos y puntales que vino proveyendo el imaginario familiar, junto con una reedición edípica que no aligera su peso con la descarga extramuros del hallazgo de objeto. Esta situación generaría sobre el adolescente un movimiento de pinzas que los obligaría a un refuerzo represivo y a un intento de descarga intramuros incrementando la conflictividad intra e intersubjetiva.
Otro tanto ocurriría con el enfrentamiento generacional y su consecuente desprendimiento material y simbólico de la familia de origen, ya que éste se vería congelado en sus posibilidades en la medida que el transbordo imaginario y la apropiación de funciones y lugares quedaran vacantes mientras dure el aislamiento. Es que el engarce entre enfrentamiento y desprendimiento requiere de la existencia de otro lugar donde ser y ejercer, lugar que luego de ser fantaseado toma visos de realidad en la medida que el contexto sociocultural puede ofertarlo. Y para aceptar la oferta es necesario practicar en la apropiación de funciones y lugares (tal como sucede, por ejemplo, con la licencia para conducir, ya que primero hay que imaginarse como conductor, luego hacer el aprendizaje para obtenerla y finalmente ejercer la correspondiente auto-nomía).
El camino que conduce al desprendimiento material y simbólico se produce a partir de la conexión entre tres de las piezas claves que integran la condición adolescente: la refundación del narcisismo (con la inclusión de un nuevo estatuto para la autoestima), la remodelación identificatoria (con sus vertiginosos recambios), y el transbordo imaginario (con la ejercitación tanto real como fantaseada de la conquista de los nuevos lugares). Esta sinergia promoverá la liberación de sus viejas dependencias y la consolidación de la autoestima.
Sin embargo, la pérdida momentánea de los apoyos grupales e institucionales durante la pandemia se combina con el espejamiento que engloba a la franja adulta, en tanto se encuentra dificultada para apuntalar y acompañar en tanto sufre la misma crisis que los que están a su cargo.
El círculo se cierra sobre sí mismo de no mediar la posibilidad de que lo grupal, lo institucional y lo cultural estén comprometidos en la solución de la crisis, aportando la contención y asegurando la continuidad más allá de la experiencia de la ruptura. De todos modos, tanto a nivel social como individual la idea que nos puede guiar en este turbulento contexto es que “debemos sobrevivir creativamente a los grandes sismos de la historia, a las grandes fracturas sociales, al quebranto de las culturas, en suma, a la desaparición real y fantaseada de los garantes metasociales, metafísicos, metalógicos: a los contenedores de nuestras angustias e ideales, a aquello que nos ha hecho lo que somos” (Kaës, R, 1979 pág. 12).
Bibliografía
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Cao, Marcelo Luis (2009): La Condición Adolescente. Replanteo intersubjetivo para una psicoterapia psicoanalítica. Edición del autor. Buenos Aires, 2009.
Cao, Marcelo Luis (2013): Desventuras de la Autoestima Adolescente. Hacia una Clínica del Enemigo Intimo. Windu Editores. Buenos Aires, 2013.
Cao, Marcelo Luis (2019): Aperturas y Finales en Clínica con Adolescentes. Hacia una Clínica del Enemigo Intimo. Windu Editores. Buenos Aires, 2013.
Castoriadis, Cornelius (1975): La institución imaginaria de la sociedad. Tusquets. Barcelona, 1989.
Castoriadis, Cornelius (1986): El psicoanálisis, proyecto y elucidación. Nueva Visión. Buenos Aires, 1994.
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Kaës, René (1984): Apuntalamiento y estructuración del psiquismo. Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo, 15 ( ¾),23-51.
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Kaës, René (1995): El grupo y el sujeto del grupo. Buenos Aires, Argentina. Amorrortu.
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