Estoy mirando a través de ti, ¿dónde has ido?

                      Pensé que te conocía, ¿qué conocía?

                      No pareces distinto, pero has cambiado

                      Estoy mirando a través de ti, no eres el mismo

Lennon-McCartney

Adolescencia: Una lectura pluridimensional

Si bien la problemática adolescente ha sido encarada desde distintas ópticas (histórica, social, biológica, étnica, psicológica, etc.) ninguna de ellas ha podido dar cuenta de la misma por sí sola. Esto ocurre porque el fenómeno adolescente no se deja capturar por una sola categoría ya que sus resonancias se expanden y encabalgan en las diversas dimensiones que constituyen los campos fenoménicos desde donde se la puede leer. Por lo tanto me parece necesario utilizar un abordaje múltiple para poder acercarnos con la intención de perimetrarla y luego desde sus bordes iniciar una travesía a la que se puedan incorporar la mayor parte de sus sentidos.

Históricamente la adolescencia comienza a detectarse luego de la Revolución Industrial, cuando se produce un cambio en la forma de ingreso a los puestos de trabajo. Es necesario ahora, una preparación para poder incluirse en el ciclo productivo mediante un aprendizaje teórico y/o técnico. Esto determina que un grupo de sujetos de cierta edad se vea obligado a mantenerse al margen por un tiempo, lo cual generará un fenómeno inédito en la historia de la humanidad, poseedor de pautas y formas características, moldeadas en la fragua del discurso cultural dominante.

Esta situación fundante hizo que la ciencia, en un intento de delimitar y explicar la adolescencia la abordara con los paradigmas propios del positivismo reinante de principios de siglo. Se sucedieron entonces una serie de enfoques parciales (biológico, histórico, psicológico, social, etc.) que fracasaron en el intento de explicar un fenómeno que no se constreñía a una sola dimensión.

De la infinidad de ejemplos a los que podría acudirse para ilustrar lo antedicho, los que provienen del campo social se prestan mejor por ser mundialmente conocidos y por su calidad dramática. El Mayo Francés del ’68 y la plaza de Tian An Men sintetizan el estupor de las sociedades frente a los cuestionamientos que desbordan la capacidad asimilativa de sus sistemas de ideas y que cíclica y trágicamente vuelven a repetirse. Es importante señalar que desde el punto de vista del fenómeno adolescente la ideología política dominante puede quedar en un segundo plano, como lo demuestran los dos casos que he utilizado, ya que ambos se produjeron en regímenes políticos opuestos. La adolescencia es terreno fértil para las preguntas que ponen a prueba cualquier statu quo societario.

El fracaso del enfoque «único» para explicar las claves de la adolescencia, como ya vimos respecto a lo histórico-social, tiene un nuevo capítulo con el enfoque bio-psicológico donde en nombre de otra causalidad se gesta una nueva lectura reduccionista de la cuestión. Se pretende ubicar a la adolescencia como el correlato en el campo de la mente y la conducta de lo que a nivel corporal se entiende como pubertad.

Octave Mannoni lo expresa con todas las letras: «Sea como fuere, si es cierto que se inicia la adolescencia después de la pubertad y que termina  con el ingreso en la edad adulta, es preciso vislumbrar su originalidad. La pubertad sigue siendo crisis puramente individual que no plantea ningún problema social. No se modifica por imperio de la situación histórico-social. Tiene efectos físicos y psicológicos pero no pone lo social en tela de juicio, mientras que la adolescencia amenaza de por sí con crear un conflicto de generaciones.» (Mannoni, O. 1986)  

Nosotros, en nuestros consultorios, somos testigos privilegiados del despliegue de estas contradicciones, que no pueden explicarse solamente en una perspectiva metapsicológica. La adolescencia como espacio-tiempo de la remodelación identificatoria, se halla empapada del campo de los ideales societarios, que definirán derroteros a recorrer en pos de los lugares posibles a ocupar, ofrecidos por cada cultura en cada momento histórico y que obviamente son diferentes.

Los que trabajamos con adolescentes nos vemos sumergidos constantemente en situaciones, que durante la prolongada transición  que caracteriza a esta etapa-proceso, pasan de fondo a figura de forma vertiginosa y con un impacto casi imposible de negar. Y si bien estas situaciones también atraviesan (en el sentido que Guattari daba a su concepto de transversalidad) e impregnan al resto de las categorías etáreas o evolutivas (niñez, adultez, senectud), es durante la adolescencia cuando se hacen ostensibles debido a su poder cuestionador de los órdenes establecidos.

Esto se debe a que el acceso de un sujeto a la adolescencia no es solamente una cuestión biológica. No es el correlato psicológico de un proceso hormonal lo que presenciamos a lo largo del siglo 20 como un fenómeno universal con sus respectivos anclajes particulares. Muy por el contrario existe un contexto histórico-socio-cultural que caracteriza diversas adolescencias según las coordenadas histórico-geográficas donde estas ocurran.

Los adolescentes por lo tanto harán pie en un terreno constituido por códigos que deberán aprender para poder acceder a los lugares que la cultura a la que pertenezcan les tenga prefijados y que mientras dura la transición adolescente pertenecen a los adultos. Estos códigos y lugares a los que se accede vía los modelos identificatorios que pueblan el imaginario de tal cultura, serán cuestionados en la medida en que se presentan como moldes rígidos a los que los jóvenes deben adecuarse para mantener la continuidad de la vida social como estipula el contrato narcisista (Aulagnier, P. 1975).

Frente a esta moratoria, a esta preparación, es que surgen las preguntas: ¿ya que hay que elegir, por qué elegir sólo lo que hay?

Serán entonces los adultos, los que detentan y sostienen los emblemas societarios, los que en un tiro por elevación terminarán cuestionados en tanto custodios del orden y el código. Las reacciones de estos no se harán esperar por el miedo que el cuestionamiento produce ya que sus identidades se hallan, como diría René Kaës, apuntaladas pero con su espacio transicional suturado, lo que impide el proceso de  transcripción a través de nuevos modelos identificatorios.

Y como si esto fuera poco el adolescente funciona como un espejo donde el reflujo de las vivencias juveniles de estos adultos entra en conmoción con los propios logros y renuncias de su adolescencia, generando un malestar que muchas veces termina volcándose en forma represiva sobre los jóvenes de hoy, transformando en activo lo que se padeció pasivamente.

En los tiempos posmodernos en los que vivimos la problemática adolescente se ha complicado con un giro inesperado, los jóvenes luego de ser relegados por años del «mercado» (recuérdese que hasta hace 30 años no existían artículos específicamente adolescentes) se ven ubicados en el vórtice de una emblematización que los muestra como los bellos y potentes de una sociedad que los eleva ahora a la cima del éxito-éxtasis mostrándolos como destinatarios de cierto consumo y por lo tanto modelos a ser imitados por los demás.

Pero no nos desanimemos, también existen posibilidades de hacer la travesía adolescente a través de la transicionalidad que permiten ciertos lugares que ofrece la sociedad (grupos de pares, disposición y recepción de la creatividad personal, juegos, espacios terapéuticos, etc.), que si bien no aventan el peligro inherente a este trayecto vital, generan resguardos necesarios como para recuperar el aliento. Aunque sea sólo por un rato.

Publicado en el Boletín del Servicio de Psicopatología de la Liga Israelita. Año 4/12 Número. Noviembre de 1993.

BIBLIOGRAFIA

Blos, Peter (1962) Psicoanálisis de la adolescencia. Ed. J. Mortiz. México. 1980.

Cao, Marcelo Luis (1993) «Marca de agua. Notas sobre el atravesamiento cultural del grupo interno.» Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Tomo XVI Nº 1/2.

Castoriadis-Aulgnier, Piera (1975) La violencia de la interpretación. Ed. Amorrortu. Bs.As. 1988.

Freud, Sigmund (1905) «Tres ensayos de teoría sexual». Obras Completas. Tomo VII. Ed. Amorrortu. Bs.As. 1978.

Kaës, René (1976) El Aparato Psíquico Grupal. México. Ed. Gedisa, 1986.

Kaës, René (1984) «Apuntalamiento y estructuración del psiquismo». Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Tomo XV Nº 3/4.

Mannoni, Octave (1986) «¿Es ‘analizable’ la adolescencia?». Un intenso y permanente asombro. Ed. Gedisa. Bs.As. 1989.

Sternbach, Susana (1989) «Sujeto y macrocontexto: La impronta de la cultura en la constitución del psiquismo». Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Tomo XI Nº 1/2.

Sternbach, Susana (1992) «Sujeto y posmodernidad: El malestar en la cultura actual». [En colaboración con María Cristina Rojas].  Actualidad Psicológica Nº 185.  Buenos Aires 1992.

Winnicott, Donald W. (1971) Realidad y juego. Ed. Granica. Bs.As. 1972.

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