ADOLESCENCIA. NUEVOS ESCENARIOS VIEJOS TEMORES

La adolescencia se configura como una transición que se despliega en relación con el paso del tiempo, con los cambios corporales, con el pensamiento, con las responsabilidades, con los lugares a ocupar (no sólo en un futuro cercano, sino también en un presente que se ve drásticamente modificado por las pérdidas sufridas en torno de la identidad infanti)..

Transición respecto a la remodelación de la identidad en ocasión de enfrentar los modelos de conducta aceptables para su familia, para las instituciones y para la sociedad. Estos modelos pueden ser rechazados de plano dando lugar a los rebeldes sin causa, o bien, aceptados sin discusión gestando los típicos sobreadaptados. Entre estos polos se encuentra la gama de matices que permite dar paso a una síntesis singular y creativa que no siempre es fácil ni posible.

El adolescente está ávido de modelos que le permitan paliar el angustioso vacío que siente y a la vez que lo sujeten y afirmen frente al vértigo al que constantemente se ve expuesto. Definirse como sujeto (sexual y vocacionalmente), tener un proyecto a futuro, sentirse aceptado y valorado por sí mismo y por los demás en un momento donde lo anterior (la niñez), ya no sirve como referente y lo que se perfila (la adultez), es un continente desconocido y peligroso es una tarea monumental y llena de atajos que pueden convertirse en trampas.

Por tanto, la amenaza de fracaso que corroe las bases de la autoestima se presenta en el campo de las pruebas de realidad (exámenes, pasantías, competencias deportivas, abordaje del otro, etc.). Las cuales devienen amenazadoras si la presión familiar y social es muy fuerte, debiendo demostrar su valoración triunfando para poder conservar el cariño y la admiración tanto de los padres como de los pares en tiempos donde los valores se encuentran ligados a la competencia sin reglas y al exhibicionismo del éxito.

Por otra parte, la inmediatez de la descarga que oferta la cultura del consumo y las dificultades que conlleva la construcción del pensamiento simbólico (en tanto es desalentado por el sistema de ideas que hoy impera), se transforman en ejes centrales de la problemática actual de los adolescentes, que para colmo han sido erigidos como modelo sociocultural a imitar. 

Por lo tanto, la transición adolescente se halla siempre amenazada por diversas fuerzas sea cual fuera el contexto donde se desarrolle. Por esta razón, la fragilidad emocional de los jóvenes a raíz de ser sujetos en construcción se convierte en un flanco difícil de proteger si los adultos no cumplen eficazmente con sus funciones acompañante y apuntalante. Sin embargo, esta amenaza resulta más atemorizante aún cuando los propios adultos se retiran y dejan a los jóvenes librados a su angustiante soledad y al subterfugio de que ya lo saben todo. En este sentido, la función del adulto es comparable con la del encofrado que se utiliza en la construcción, es necesario esperar a que el hormigón fragüe para que pueda ser retirado. 

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